Endika Perez. LAB
Mediante este breve texto quisiéramos aportar unos apuntes rápidos a modo de borrador sobre la reflexión y el debate que está dando parte del sindicalismo vasco entorno al conflicto de la vivienda.
Lo primero de todo, una alerta. Los sindicatos, ya sean estructuras que apuesten por la conflictividad o la concertación, tienen capacidad de retroalimentarse sin necesidad de realizar grandes reflexiones estratégicas.
El conflicto laboral, la principal herramienta para la clase trabajadora, puede ser más o menos útil y más o menos capaz de organizar a menos sectores, pero siempre construye una dinámica diaria suficiente para perdurar en el tiempo. Por lo tanto, las grandes centrales que sitúan el eje principal de su acción en la reproducción misma del sindicato, no necesitan de las reflexiones que queremos plantear a continuación.
Por el contrario, nuestra apuesta pasa por ampliar y multiplicar el conflicto, ser una herramienta para el conjunto de la clase trabajadora y organizarnos más y mejor para acumular poder que se materialice en transformaciones de calado. No es solo la conflictividad, sino el objetivo de esa conflictividad lo que garantiza una apuesta de ruptura con el actual estado de las cosas. Justo por eso, no podemos permitirnos la pereza intelectual ni la autocomplacencia de la gestión cotidiana.

En ese sentido, para LAB las premisas sobre las cuales construye su acción socio sindical pasan por: a) ampliar el marco del conflicto del capital-trabajo clásico al de capital-vida, introduciendo la esfera de los trabajos de cuidados y las opresiones múltiples dentro de la estrategia sindical; b) superar el estrecho margen de la negociación colectiva, mejorando la correlación de fuerzas para hacer posible acuerdos que no estén limitados a la legalidad vigente; c) territorializar los conflictos, organizándonos no solo dentro de los centros de trabajo sino también en barrios y pueblos; y d) construir una acción sindical socio-política que se entrelace a su vez a un movimiento político más amplio con vocación emancipadora.
Partiendo de estas premisas, repensar de manera constante la praxis sindical es una tarea de primer orden. Hablar del conflicto capital-vida (entre otras muchas cosas) sitúa las reivindicaciones bajo las que organizar la acción sindical, que no se limitan al salario. Esto quizá pueda parecer razonable en la teoría, pero quien se pringa a diario en la acción sindical conoce lo complicado de mantener procesos de lucha, huelgas y victorias que nazcan desde este prisma. A su vez, quien ha experimentado arrancar logros en este terreno conoce sus dimensiones políticas y organizativas.
Llegados a este punto, y sin querer enrollarnos demasiado, vamos a ello. El conflicto de la vivienda se ha convertido en la una de las razones principales del empobrecimiento y precarización de la clase trabajadora. La disputa del reparto de la riqueza en el centro de trabajo es absorbida en buena parte por la patronal inmobiliaria a través de la renta del alquiler. La fase actual de capital, incapaz de mantener una tasa de beneficio en la esfera productiva se refugia en la financiarización de la economía. Y en buena medida, en el ámbito inmobiliario. La construcción de la cultura de la vivienda en propiedad como integración social ha sido la cadena con la que buena parte de la clase trabajadora se ha puesto al cuello.

Claramente esta situación nos lleva a preguntarnos sobre la función de la estructura sindical en la fase del capitalismo contemporáneo. Y sin detenernos para profundizar en análisis más elaborados, nos preguntamos sobre el impacto que tiene el conflicto de la vivienda en la capacidad de organización de amplios sectores de la clase trabajadora en su lugar de trabajo o cómo se pueden multiplicar los efectos de las luchas laborales si se entrelazan en una disputa sobre las condiciones de vida.
Claramente no decimos nada nuevo, y otros y otras lo explican mejor. La cuestión es la siguiente: gracias al recorrido teórico y práctico que venimos desarrollando, estamos en disposición de dar un salto organizativo y apostar por que sea el propio sindicato quien organice desde dentro este conflicto. Nuestro contexto y nuestro punto de partida son las garantías para dar ese paso. De esta manera, ponemos en marcha una hipótesis con contradicciones e incertidumbres; arriesgada, pero a la vez convencidas que si el sindicalismo quiere avanzar posiciones y ser una herramienta de transformación real y eficaz debe explorar nuevas sendas (que, además, quizá no le sean tan desconocidas ni ajenas.)
En lo concreto, no vamos a realizar nada que no estén ya haciendo compañeros y compañeras bajo el sindicalismo de vivienda. La diferencia fundamental radica en realizar la tarea de asesoramiento colectiva y planificación sindical desde el propio sindicato entendido como “laboral” (que nunca fue únicamente eso). Ser capaces de acabar con los compartimentos estancos del centro de trabajo y lugar de residencia para hablar de un sindicalismo que lucha por las condiciones de vida en su conjunto y tiene capacidad de organizarse y crear conflicto, negociación colectiva, huelgas y victorias más allá del ámbito laboral (y el plano político que al menos en nuestro caso ya se viene trabajando) es un recorrido que estamos dispuestas a realizar.
Estamos a las puertas de iniciar esto y por ello, acabamos apuntando algunas de las cosas que pretendemos encontrar y generar mediante esta apuesta. Primero, avanzamos en expandir la estructura al territorio y sacar el conflicto del centro de trabajo. Organizar secciones sindicales en ese sentido es un paso que devuelve al sindicalismo al lugar de donde nunca dejó de salir: su lugar de residencia. Segundo, concretamos el modo de actuar en el ámbito social- muchas veces limitado a replicar discursos y prácticas de los movimientos sociales sin serlo-. Tercero, nos ofrece la posibilidad de construir sindicalismo de base en una estructura que se ha duplicado en una década y en la que -por lo tanto- el peligro de burocratización también se multiplica. Empezar a organizarse en sectores no sindicalizados o nuevos ámbitos de actuación nos permite asumir metodologías y procesos de participación y protagonismo que en otros lugares cuesta implementarlos. Cuarto, el conflicto de la vivienda claramente se entrecruza con el conflicto laboral- empezando por que en situaciones concretas el patrón es el mismo- y a su vez permite organizar a quien en el ámbito laboral no puede o no quiere organizarse. La acción colectiva frente al problema de la vivienda crea condiciones concretas para mejorar la organización en el ámbito laboral y viceversa. Quinto, nos permite avanzar en la reconfiguración del sujeto de clase, aumentando la solidaridad, el apoyo mutuo y el compromiso militante. Y sexto y no menos importante, claro está, sitúa el sindicalismo en un conflicto de primer orden al realizar su propia función, que no es otra que organizar y defender los intereses de clase frente al capital-rentista.
No tenemos todas las respuestas, pero creemos que hemos empezado a hacernos las preguntas acertadas.