Tenemos un problema con el racismo. En el anarcosindicalismo, en el sindicalismo de clase y en el conjunto de la izquierda. Porque el mundo que habitamos está jerarquizado desde el supremacismo blanco, de ahí que las sociedades sean racistas.
Es importante reconocer el racismo, que es distinto al clasismo, aunque el capitalismo sea racial y por tanto sean casi inseparables. Existe el clasismo, contra la clase trabajadora y el racismo contra las personas racializadas. Cuando eres trabajadora y racializada, sufres las dos: cuántos más ejes de opresión nos atraviesen, mayor será la discriminación. Las personas ricas racializadas también sufren racismo de la misma forma que el patriarcado lo sufren todas las mujeres: lo sufren más las mujeres de clase obrera, pero lo sufren también las demás.
Hace no muchos años, en el sindicato se decía que no hacía falta el feminismo, que con el anarquismo era suficiente. Ahora pasa lo mismo con el antirracismo. Evidentemente, necesitamos el antirracismo igual que necesitamos el feminismo.
El feminismo escuece y el antirracismo escuece. Pero es la única forma de avanzar: el ruido, el conflicto, el cuestionarse a una misma.
Antes de hacer una generalización sobre un colectivo racial o étnico, por ejemplo, “los chinos hacen esto, los gitanos hacen lo otro…” pensemos si diríamos lo mismo de las mujeres: “las mujeres hacen esto o lo otro”. Las generalizaciones que no nos parecen aceptables para las mujeres, como colectivo discriminado, tampoco nos deberían parecer aceptables para los chinos, los gitanos, los árabes o los negros.
La única manera de ser antirracistas es relacionarnos con personas racializadas de igual a igual: tener relaciones de amistad, sexo afectivas, en el ámbito laboral, en el colegio de nuestras hijas, en el barrio…
Y no olvidar que el racismo es funcional a la explotación capitalista y por eso hay guetos, para explotar mejor a las personas a las que se arrincona en estos espacios y dificultar la creación de lazos de solidaridad y apoyo mutuo con el resto de la clase trabajadora.
Sindicalismo y raza
La raza no existe como una realidad física, genética. Es decir, no se puede definir un colectivo de personas como miembros de una raza a partir del ADN; sin embargo, la racialización y el racismo sí existen, son producto de la raza como constructo social y cultural, como la idea en la que se basa el supremacismo blanco. De esta manera, nos hacen pensar que las personas de piel negra son de una raza y las de piel blanca son de otra, aunque no haya diferencias significativas en el ADN.
Por eso tenemos que aceptar que mientras el supremacismo blanco sea el sistema de pensamiento dominante en occidente, las razas existen como elementos culturales, y sobre todo, por el efecto que tienen en las personas racializadas: el racismo. Esta idea de raza es lo que nos condiciona y lo que se reproduce constantemente a través de los prejuicios y estereotipos sociales. La idea de raza nos condiciona el pensamiento, siempre de forma inconsciente, de ahí la dificultad de erradicarla.
Por eso hablamos de personas racializadas, porque ha habido un proceso de racialización de los cuerpos, en los que unos (los blancos) siempre adquieren los valores positivos y el resto (no blancos) se quedan con los elementos negativos.
La mayoría de la población latina en España es mestiza. En realidad, se debería normalizar que los americanos de habla hispana son una suerte de bisagras humanas que pueden ser sujetos reconciliadores entre los habitantes de este continente, sobre todo España, con las poblaciones que aún viven en comunidades indígenas en todos los países que conforman las Américas.
La sociedad es blanca, no por el color de la piel, sino por un sistema de pensamiento: la blanquitud.
En los secretariados permanentes de la CGT la casi totalidad de las personas son blancas. Apenas hay personas racializadas en puestos orgánicos. Hay una ausencia de las diversidades étnicas.
El sindicalismo está presente sobre todo en las grandes empresas y en la administración pública y ahí somos blancos. El neoliberalismo va ganando ideológicamente y tendemos a defender a sectores de hombres estables, tendemos a ser corporativos. Los principales sectores con mano de obra migrante o racializada son la construcción, los cuidados y la hostelería, donde tenemos poca implantación, a pesar de los avances recientes. La gran mayoría de la población gitana está en riesgo de pobreza y por eso no está en el sindicato, porque están en la manta, en la venta ambulante y ahí no actúa la CGT.
Allí donde existen espacios seguros para la acción sindical de las personas racializadas, estas compañeras participan en las asambleas y en las huelgas, como ha ocurrido recientemente en algunos conflictos del sector de artes gráficas en Madrid.
Buena parte de las personas migrantes no se identifican con la clase trabajadora blanca y al mismo tiempo, el imaginario obrero en general -y el de la CGT en particular- no incluye a los gitanos, porque siguiendo una larga tradición de la izquierda blanca les consideramos lumpen, marginados sin conciencia de clase.
Es habitual ver carteles, diseños e imágenes de la CGT donde solo aparecen personas blancas. Igual que nos parece inaceptable un cartel donde solo salen hombres, nos debería parecer inaceptable un cartel donde solo salen personas blancas, porque así no se representa a la clase trabajadora en su diversidad.
Los manteros y las Kellys (camareras de hotel) se han tenido que organizar en sus propios sindicatos al margen de los sindicatos de clase, porque no respondíamos a sus necesidades y eso es un fracaso del sindicalismo de clase, que debemos analizar para mejorar nuestra organización.
Cómo avanzar
Necesitamos que el sindicato sea un espacio seguro para las personas racializadas y migrantes, donde no se tolere el paternalismo, ni la discriminación.
En demasiadas ocasiones, el sindicato es un espacio muy duro, con excesiva bronca interna, con un nivel de enfrentamiento que solo puede soportarse si en el resto de los ámbitos de la vida estás más o menos fuerte. Si tienes otras preocupaciones, como una situación grave de precariedad, o problemas familiares, como buena parte de las personas migrantes y racializadas, es muy difícil participar en un espacio hostil o sometido a conflictos internos continuos.
A estos condicionantes se une el hecho de que la autoestima de las personas inmigrantes suele ser más baja por la mentalidad colonial y por si fuera poco, en el sindicato también se escuchan comentarios racistas, igual que machistas. A veces son bromas, pero no es aceptable hacer bromas sobre un colectivo discriminado si no perteneces a él.
Si a esto le añadimos el racismo inconsciente de muchos de nosotros, el resultado es un sindicato que no es un espacio amable para las personas inmigrantes o racializadas.
Por eso los inmigrantes buscan otros espacios de activismo social, como centros sociales u otros colectivos. A veces crean sus propios espacios, pero necesitamos también espacios comunes y que participen en el sindicato, porque la CGT solo tiene sentido si es para todas las personas trabajadoras y especialmente para quienes sufren más precariedad.
Aprender del movimiento antirracista
Las personas migrantes y racializadas son como el resto, no son perfectas ni más solidarias ni más de izquierdas, y no es razonable exigirles esto. Igual que en la sociedad hay sectores de derechas, entre la gente migrante también, que se organizan en contra de quienes llegan después que ellos y dicen que ya no caben más.
El discurso de la integración es problemático porque a veces supone la domesticación. La alternativa podría ser la aculturación, el mestizaje de culturas en una relación de igual a igual.
El sindicato no puede dar soluciones a todos los problemas sociales, sino colaborar de igual a igual con el resto de los movimientos sociales. En este caso, parece más lógico aprender del movimiento antirracista antes que pretender inventar la solución definitiva.
No podemos acaparar los espacios ni poner a la organización, en este caso al sindicato, por encima de las luchas y del cambio social. El sindicato es un medio, si se convierte en un fin en sí mismo nos hemos extraviado.
Si el sindicato es capaz de colaborar con el movimiento antirracista, las posibilidades son enormes:
- Porque el sindicato tiene muchos medios y estructura y los movimientos sociales tienen mucha militancia y creatividad.
- Porque el sindicato no puede ser solo laboral, tiene que ser social, e intervenir en todos los conflictos, sin dirigir, junto a los movimientos sociales.
- Porque el sindicato tiene que ser el sindicato de toda la clase trabajadora, no solo de los hombres blancos estables en grandes empresas.
Este artículo se publicó en el Libre Pensamiento nº 115, otoño 2023