Algunas notas sobre el ecofascismo y el colapso

Francisco Romero. Fundación Salvador Seguí Madrid

El pasado 7 de febrero de 2024, en una charla de Leer y debatir de la Fundación Salvador Seguí de Madrid tratamos como referencia el libro Ecofascismo de Carlos Taibo. En el debate se expusieron diversas reflexiones que resumimos en el siguiente texto.

Ecofascismo o imperialismos

El simple concepto de ecofascismo nos puede parecer equívoco, tanto porque el modelo que se puede imponer en un futuro en el mundo, no contiene todas las características de los modelos del fascismo clásico (alemán e italiano) como porque algunos aspectos han sido utilizados con profusión por los imperialismos diferentes a lo largo de toda la historia de la humanidad. Los campos de concentración, los exterminios de población, las guerras de conquista, traslados masivos de población, etc. no son nada nuevo ni fueron inventados por el fascismo alemán. Sin embargo, las novedades se llaman cambio climático, colapso, escasez en las fuentes de energía, exceso de población y una crisis global del sistema capitalista que propicia gobiernos autoritarios, aunque lleguen al poder a través de las urnas y con una envoltura liberal, como ocurrió en otras épocas. El ecofascismo no tiene por qué ser contrario a la democracia liberal, la utilizará estratégicamente para posteriormente eliminar los aspectos más democráticos que no sean útiles, cercenando libertades y aspectos que puedan suponer crítica o cortapisas a sus decisiones. Las necesidades de las grandes corporaciones marcaran la hoja de ruta de estos gobiernos de una manera clara y evidente como lo podemos observar desde hace tiempo.

El 27 de febrero de 2021 el grupo nazi Bastión Frontal intentó reventar una manifestación por la sanidad pública en Madrid. Las manifestantes lo impidieron y como represalia, la policía detuvo a nuestro compañero Santiago de la Iglesia.

Desde nuestro punto de vista eurocéntrico marginamos algunas situaciones políticas que se producen en otras áreas geográficas y que contienen elementos que podemos calificar como fascistas. Solo ahora les prestamos suficiente atención, cuando empiezan a ser propuestas con posibilidades de gobierno en el Norte global.

El colapso, otro concepto novedoso, es un proceso que genera cambios sustanciales e incluso irreversibles en algunos aspectos de la vida, las necesidades básicas se ven afectadas, la población puede reducirse y las sociedades pueden ver disminuidas sus instituciones o incluso desaparecer. Esta gran interrupción puede contener aspectos que ya están presentes en algunos territorios. En algunos países ya viven en colapso desde hace mucho tiempo, junto a los desastres climáticos, debemos añadir la guerra y el hambre, presentes y habitualmente, consecuencia de la disputa entre imperios por fuentes de energía o situaciones estratégicas. La lista de países fallidos y con guerras endémicas es muy larga, para ellos el colapso es su modo de vida, están olvidados. Sin embargo, en Occidente, el simple retraso en el transporte de mercancías, los cortes de fluido eléctricos, de agua o carreteras son vividos como dramas.

Algunos de los aspectos que permitieron el ascenso del nacionalsocialismo alemán coinciden con situaciones que empezamos a vislumbrar, por lo que podrían articularse escenarios propicios para el ascenso de un proyecto similar y acorde con las características de hoy. Volvemos a observar cómo en la defensa de sus intereses, las grandes empresas y corporaciones establecen alianzas con los poderes políticos para mantener sus proyectos, las reuniones de políticos y representantes económicos marcan las grandes líneas que Estados y gobiernos deben aplicar.  La crisis ecológica ofrece una oportunidad a un fascismo renovado que no se justificará en la cuestión climática sinoen el agotamiento de las materias primas energéticas, utilizando mecanismos autoritarios, aumentando el poder del Estado y sus funciones represivas y de expansión. En esta situación de crisis, se plantearán medidas provisionales para hacer frente a circunstancias inesperadas y que por lo tanto necesitarán un poder fuerte. El objetivo será mantener e incluso aumentar las ganancias de una élite cueste lo que cueste, y si es preciso eliminando a determinados grupos humanos sin utilidad productiva para el sistema.

La policía tratando con cariño a los nazis de Bastión Frontal que intentaron reventar la manifestación por la sanidad pública en Madrid

Libertad, ¿para qué?

Es importante destacar como los ciudadanos ceden la libertad cuando se les ofrece la seguridad. Si se extiende la sensación de inseguridad, es más sencillo justificar el recorte de libertades y la represión sobre algunas capas de la población problemáticas, críticas y opositoras al sistema. El Salvador, Israel y Ecuador son algunos ejemplos en los cuales podemos observar cómo se ceden derechos para obtener seguridad frente a unos hipotéticos enemigos. Pero también ante emergencias como la pandemia, los gobiernos adoptaron medidas coercitivas, a veces sin criterios objetivos, con el consenso de la población y fortalecieron los aspectos represivos y militares del Estado, criminalizando cualquier oposición o crítica. Estamos ante una servidumbre voluntaria: primero te agreden y eres víctima, después te protegen y además generan odio hacia el “otro”, antes el judío, hoy el árabe o el inmigrante. Para transformar la ideología de la libertad en un modelo autoritario y de control el sistema aprovecha la idea de vulnerabilidad y victimización,

Los problemas se acumulan, no solo las fuentes de energía se agotan, la propia naturaleza es finita, los puestos de trabajo se reducen porque el desarrollo tecnológico no es emancipador, aumenta la explotación, la marginación y la pérdida de derechos como ya llevamos mucho tiempo observando. Por esta razón, incluso organizaciones como el Fondo Monetario Internacional introducen como elemento innovador una posible renta básica, aunque, eso sí, solo para los países más desarrollados. El consumo no se puede parar. El aumento de la población tiene un crecimiento expansivo, por lo tanto, el triaje,  término que salta del campo de la medicina a las ciencias sociales,  forma parte de los debates de las grandes élites del sistema, ¿qué parte de la humanidad sobra para el sistema capitalista? ¿Cómo eliminarla?

No podemos olvidar que una de las tareas fundamentales de los poderes mediáticos será la de justificar la propuesta ecofascista como algo deseable, un proyecto para hacer frente al terrorismo, la delincuencia, las drogas, las pandemias, las crisis climáticas, etc. Las opiniones críticas serán descalificadas, si es preciso tachadas de anticientíficas como ya hemos visto durante la pandemia y siempre peligrosas. El objetivo principal será que se consolide un consenso, una mayoría silenciosa, que desea llevar una vida tranquila, ante el miedo a la pobreza, y a los extranjeros e incluso a los trabajadores pobres.

El 27 de febrero de 2021 el grupo nazi Bastión Frontal intentó reventar una manifestación por la sanidad pública en Madrid. Las manifestantes lo impidieron y como represalia, la policía detuvo a nuestro compañero Santiago de la Iglesia

Algunas alternativas

Confiar en un capitalismo que se autorregule es contradictorio con la esencia del sistema, el crecimiento continuado. No hay un capitalismo bueno y un capitalismo malo, sino que éste se rige por dinámicas propias. Algunos sectores de la población confían en los avances tecnológicos y en las llamadas energías renovables como solución para un primer mundo que observa cómo se asoma al colapso y que no está dispuesta a ceder nada de sus condiciones de vida. Confían en los gobiernos, más o menos progresistas y en sus medidas. No quieren ver las señales evidentes que nos empujan a un desastre ecológico y social.

No encontramos mucho espacio para el optimismo, las capacidades de los medios de comunicación manipulan a la población imponiendo un sistema individualista de vida, ajeno a la solidaridad y al apoyo mutuo. Es interesante observar la manipulación del lenguaje y cómo los medios se apropian de conceptos para darles la vuelta y utilizarlos en función de determinados intereses. La palabra verde o eco, lo impregna todo y lo banaliza. Desaparece el debate y la discusión y se sustituye por la consigna, el insulto y la descalificación. Se excluyen las opiniones que rompen el consenso alrededor del sistema y aquellas que impugnan las reglas de juego establecidas. Estas dinámicas no son algo del futuro, sino que llevan ya tiempo entre nosotros, aunque a veces lo ignoramos.

¿Quién puede modificar este negro panorama? Algunos sectores apuestan por la vuelta al campo como origen de la vida, recuperar viejas técnicas y los hábitos comunales que aún residen en algunas poblaciones indígenas. Es una vuelta a épocas anteriores de la civilización urbana, regresando a la fase inicial del capitalismo. Esta iniciativa se apoya en sectores de ideas muy variadas, pues algunos aún confían en la capacidad de las instituciones, mientras que para otros el mundo no ha sido gobernado de forma correcta y se trata de poner a dieta el capitalismo. No obstante, hay sectores que han iniciado estas iniciativas y plantean que es el modelo a imitar hasta conseguir que el sistema y sus instituciones sean inútiles, pero son sectores muy minoritarios.

Si el problema es el capitalismo, la única manera de impugnar esta situación tiene que partir de su cuestionamiento, sustituyéndolo por un sistema más justo y con otros valores, se llame como se llame. Desde luego, es preciso tener claro, que las soluciones no van a venir de aquéllos que manejan el sistema, lo disfrutan o forman parte de las estructuras del poder, tampoco de las capas acomodadas de la sociedad. Solo los desposeídos, los trabajadores que mueven el mundo, tienen un interés en acabar con una sociedad explotadora, que nos tiene en el punto de mira y que nos empuja a la marginación y al exterminio cuando no les interesamos.

¿Por dónde empezar? Necesitamos, tal y como ocurrió hace dos siglos, en el inicio del capitalismo industrial, imaginar otro sistema económico y social acorde con las necesidades de la humanidad y respetuoso con la naturaleza. Vivimos en un eterno presente, donde el horizonte de futuro parece quebrado en las conciencias de los trabajadores, todo está presidido por la sociedad de consumo. Unimos el estado de bienestar al progreso, al consumo como modo de vida, y al trabajo y a ser dóciles para conseguir todo eso. La primera tarea puede ser desmontar estas promesas de ascenso social imposible para la mayoría, confort y éxito posible. Debemos cuestionarlas y mostrar que ni siquiera son deseables para el desarrollo humano, hay otros valores más acordes con la naturaleza humana que imitar el modo vida que nos marcan desde los medios.

Los valores del apoyo mutuo y la solidaridad es la única fórmula de supervivencia, aunque en este Primer Mundo nos suene a quimera encerrados en nuestra individualidad. Producir valores de uso y no valores de cambio, aquellos para quienes los pueden comprar en el mercado, marcan el futuro. No necesitamos tantas cosas y tantos modelos. El futuro no tiene por qué ser una película de terror llena de zombis y héroes o heroínas individuales si empezamos por cuestionar nuestro propio modelo de vida. No necesitamos héroes ni heroínas, la solución está en valores colectivos.

Es necesario que el futuro pase por la reruralización, la vuelta a una agricultura y una producción dedicada al consumo y no a producir mercancías para el mercado. Las ciudades dejarán de ser el centro de la vida social reduciendo poblaciones imposibles de sostener e inhabitables hoy día. Las tecnologías que están en desuso habría que recuperarlas y disminuir progresivamente la tecnología actual y, sobre todo, la transformación de las relaciones sociales. Pero no nos engañemos, este cambio necesario será duro, costoso y violento, pero ya se está viviendo en algunas zonas.

Sabemos que la mayoría de las propuestas que se ofrecen, desde diferentes ámbitos, son voluntariosas, que desean solucionar algunos problemas, debemos ser respetuosos, pueden ser útiles para debatir y profundizar. Llegamos a la conclusión de rechazar propuestas que no son útiles porque el sistema capitalista no es reformable como la historia nos enseña, con la reforma el sistema se perfecciona.

Falta una hoja de ruta clara, propuestas como el decrecimiento voluntario e individual, que se nos presenta como una oportunidad para frenar el deterioro económico, social y político, nos plantean un interrogante, ¿quién detiene el crecimiento económico?, ¿qué fuerza social es capaz de establecer, tan siquiera el mínimo crecimiento cero y evitar un deterioro de la naturaleza que incluso ya puede ser irreversible? ¿Se puede hacer pacíficamente? Es preciso continuar estos debates y análisis que ayudan a despejar dudas y orientarnos hacia aquellas acciones más efectivas, la teoría debe ir unida a la práctica. No se trata de un futuro lejano, el colapso y el ecofascismo ya están aquí.