Corren malos tiempos. Las guerras, los conflictos olvidados pero que, se enquistan y permanecen en el tiempo, el aumento de regímenes autoritarios bajo la apariencia de democráticos, hambrunas, inmigraciones, exterminio de pueblos enteros ante la pasividad de la comunidad internacional, desastres ecológicos, epidemias, patriarcados, racismo, etc., la lista se hace interminable y nos invade el desánimo. Parece que vivimos una de las peores épocas de la historia de la humanidad. Las guerras entre los pueblos nunca nos abandonan, la mirada hacia atrás nos produce tanto horror como el futuro. Si reflexionamos sobre nuestra vida cotidiana, nos encontramos con otra interminable lista de problemas, y a una población que, exclusivamente ve el mundo a través de la pantalla del móvil, que le indica todo lo que tiene que hacer, y, sobre todo, qué pensar. Allí encuentra todas las respuestas que necesita. Incluso, en nuestro pequeño mundo sindical, los conflictos que dividen a las organizaciones se quieren solventar a golpe de sentencias judiciales enquistándose por tiempo indefinido, y provocando un distanciamiento que hará muy difícil un hipotético retorno.
Nunca existieron épocas doradas. La historia del anarcosindicalismo se halla atravesada por conflictos y rupturas, incluso en las épocas de mayor esplendor. La cuestión es: ¿Qué hacer?
Precisamente, ante este panorama desolador, en este número presentamos a Cipriano Mera, un hombre del siglo pasado, sí, pero que con su militancia, y entrega nos puede ayudar a enfrentarnos a esta complicada época que nos ha tocado vivir. En sus 78 años de vida sufrió todo tipo de horrores y sufrimientos. Desde su advenimiento en el seno de una humilde familia de trabajadores, pasando por una vida de sacrificio (tanto propia como familiar), dedicada al sindicalismo y al trabajo, vive el ascenso del fascismo en Europa, la guerra en España, el exilio en África, su paso por la cárcel en numerosas ocasiones, (más de 55 hasta el 1936, según algunos autores), una condena a muerte, nuevo exilio en Francia, la segunda guerra mundial, etc. Sin embargo, Cipriano Mera no se rindió. Sería impensable, por otra parte, creer que nunca sintiera el desánimo, o que, incluso, no le acecharan las ganas de abandonarlo todo, pero siempre tuvo la energía suficiente para continuar luchando y militando, porque en ningún momento perdió de vista su objetivo: la lucha por un mundo mejor. Su entrega a la CNT no es discutible; otra cuestión serán sus aciertos o errores en algunos de sus planteamientos y decisiones. Su trayectoria nunca ha sido reconocida. Desde diferentes esquinas, se cuestionan algunas de sus apuestas. ¿Quién no recuerda su apoyo a Casado, o al sector de CNT que apostaba por la colaboración con otras organizaciones políticas? Obvian el importante papel que jugó en el sindicato de la construcción madrileña y su brillante participación como militar o en la comisión de Defensa Interior. Sin embargo, Mera, también trabajó contra la escisión de CNT, y con la fuerza e ilusión de un hombre joven, participó en la citada Defensa Interior para seguir luchando contra el franquismo. Las “vacas sagradas” le acusaron de malversación de fondos, y finalmente consiguieron expulsarlo del sindicato.
Nuestra pretensión no es rendirle homenaje para ascenderle a un pedestal y recordar su abnegada militancia. No. Buscamos recuperar el legado que nos queda de él, de sus compañeros, y compañeras, y sobre todo, esa inteligencia natural para en un mundo tan hostil, encontrar nuevas fórmulas de lucha.
Recordar a Cipriano Mera, a sus compañeras y compañeros de militancia, es aprender a vivir la militancia a flor de piel. A aquellos hombres y mujeres, no les gustaba la sociedad que les tocó vivir, pero trataron de transformarla en el día a día. En el entorno familiar, con sus vecinos en los barrios, con sus compañeros en el trabajo, y por extensión, en el sindicato. Los ateneos libertarios, como epicentros de formación integral del individuo, formaron parte de la vida de Cipriano Mera desde su juventud.
¿Nos vamos a rendir cuando hay tanta tarea? Es preciso recuperar el debate y el intercambio respetuoso de opiniones. Es más, comprender, y aceptar que la diversidad de enfoques, lejos de constituir una amenaza, es una ventaja que debemos potenciar. Los problemas se nos acumulan, y todas las personas somos necesarias para construir. Hay que acercarnos, en la medida de nuestras posibilidades, a ese tipo de militancia. Su batallar fue continuo y constante, a pesar de los obstáculos y de un panorama tan desolador como el que les tocó vivir, tal y como nos ocurre hoy. No vale ponernos el “mono de libertarios” al cruzar el umbral del sindicato. Nos dejaron un testimonio claro: su aprendizaje continuo, su ilusión, y sus ganas de luchar, y tienen que servirnos en nuestra diaria y cotidiana forma de ser, pensar, y actuar.



