El cajón en el armario: lo queer en el trabajo de cooperación

Natalia Pereira Martín, ella/elle

Trabajo en una organización de cooperación internacional, y me identifico como bollera no binaria, utilizo los pronombres ella y elle, aunque a menudo soy leíde como una mujer cis en el trabajo, por eso de la cisheteronorma.
 
Una extraña historia lesbófoba con una compañera de trabajo
El otro día, una compañera de trabajo se enteró de que yo iba a tener un bebé. Me miró de pies a cabeza, especialmente a la barriga (de una forma un tanto invasiva, sí), y me preguntó: ¿pero estás embarazada? Mi mente gritó «¡bingo!» pero le dije «No, no lo estoy, no soy yo la que está embarazada».
Y entonces pasó algo raro: empezó a quejarse de cómo la gente se complica la vida con tratamientos de fertilidad y ayudas a la reproducción, y cómo a ella esto le parecía incomprensible y escandaloso.
¿Qué estaba pasando? Yo estoy completamente fuera del armario en el trabajo, ella me conoce desde hace años, en ese instante acababa de salir del armario (otra vez), dándole la pista de que otra persona estaba embarazada, no yo, e íbamos a tener un bebé. La probabilidad de que fuera de una forma cisheterosexual normativa era literalmente cero. Es decir, la probabilidad de tratamiento de fertilidad era MUY alta.
Y, sin embargo, sintió que había espacio para hacer comentarios ofensivos no sólo a la comunidad lésbica, sino a todas las personas o mujeres que buscan la maternidad (era maternidad concretamente de lo que ella estaba hablando) de una manera no heterosexual, normativa, «fácil».
Yo estaba realmente confusa. ¿Su cerebro había borrado toda la información sobre mi queeridad por lo de «tener un bebé»? ¿No puede integrar esas dos informaciones, son incompatibles en su cabeza? ¿Es simplemente maleducada? ¿Torpe? ¿Está confundida? No lo sabemos, quizá algún día se lo pregunte, pero por ahora, utilicémoslo como ejemplo de arraigada lesbofobia.
 
Lo que eso dice del sector: el cajón en el armario
La heteronormatividad como sistema es muy tozuda, pero, además, el sector de la Ayuda y Desarrollo ha heredado una lógica de salvadores, donde el salvador es una persona muy concreta que no es sujeto político de ninguna lucha.
En este artículo utilizo las palabras Ayuda y Desarrollo con un propósito político: hay una parte del sector que me parece que sigue anclada en esas ideas conservadoras y coloniales, mientras que otras partes están pensando más en “cooperación para la justicia global” o “solidaridad internacional” o incluso Reparaciones, tratando de hacer hincapié en una relación de poder menos unilateral y vertical. Utilizo a propósito estas dos palabras. Detrás de ambas es fácil detectar el complejo de salvador blanco, ya que ambas son términos coloniales.
Esto se entendió y describió por primera vez como el Complejo del Salvador Blanco gracias a las críticas anticoloniales y antirracistas sobre el desarrollo. Teju Cole, bell hooks y Frantz Fanon hablaron de ello, y también lo hicieron y lo hacen muchos activistas antirracistas y anticoloniales. Mi agradecimiento, respeto y reconocimiento a ese trabajo.
El complejo de salvador es más profundo de lo que pensamos y está arraigado en todas las relaciones y formas de trabajar que hemos construido, como sector.
De ese modo, las personas que no son ese salvador siguen siendo «diversas», periféricas, por tanto. Las formas de hablar en la cooperación y lo que se valora en el conocimiento que se produce sigue siendo rígido, blanco, capacitista, binario, heterosexual, del norte y basado en la academia en lugar de basado en el conocimiento de las comunidades, incluidas las comunidades queer o disidentes de género. 
Creo que hay excepciones en este asunto, tengo algunas colegas cuyo trabajo admiro mucho y que es muy diferente de lo que describo aquí. Me refiero a la corriente más conservadora de nuestro trabajo.
Hablamos de esto, a veces, pero somos bastante reticentes a cuestionar nuestras creencias y deseos más profundos, los de mayor impacto. Audre Lorde dice en La Poesía No Es Un Lujo
«La calidad de la luz con la que observamos nuestras vidas tiene un efecto directo sobre la manera en que vivimos y sobre los cambios que pretendemos lograr con nuestro vivir».
Creo que nuestro sector tiene un problema de iluminación muy importante. Hablaré un poco de cómo afinar la calidad de la luz al final de este artículo.
Mientras tanto, los derechos queer están en un cajón oscuro, húmedo y frío. A veces -quizás durante el Orgullo- abrimos el cajoncito, echamos un vistazo a su colorido, sacamos una bandera para nuestras redes sociales, luego la volvemos a guardar y lo cerramos. Es lo que llamamos pinkwashing.
El cajón se parece mucho al armario, ¿te suena?
 
Colonialismo y racismo para hacernos sentir queer-ok
A veces nos escandalizamos por la cantidad de violencia que algún país está ejerciendo sobre las comunidades queer, y fortalecemos así un complejo salvador hacia los pobres gais (o cualquier objeto desempoderado de nuestra caridad que elijamos).
Parece que al ocurrir esto «lejos» podemos liberarnos de nuestra propia queerfobia y complicidad con la norma violenta cis-heterosexual -está tan lejos que no tiene absolutamente nada que ver con nosotros, obviamente-, además de que podemos alimentar la otredad racista y colonial de ese país -ignorando la alta probabilidad de que su queerfobia esté relacionada con la historia colonial (¿nuestra historia? )-, dejando una muy clara y fácil alternativa patriarcal, racista, colonial y condescendiente para aquellos que encuentran consuelo en la vía salvadora.
Tómate un momento para pararte a reflexionar sobre este mecanismo de poner lejos nuestra compasión (aspecto fundamental de la cooperación internacional): ¿te ayuda a quitarte la culpa de las cosas que pasan a tu alrededor y de las que eres cómplice? ¿Hablas de las mujeres en Irán porque no quieres abordar el sexismo en absoluto, pero instrumentalizar a las mujeres en Irán te hace sentir, y parecer (¡!), compasive?
Además, utilizamos el amor como una instrumentalización para despolitizar y suavizar la agenda de la justicia queer, al igual que hacen los pinkwashings de muchos eventos del orgullo, especialmente bajo el lema (que detesto) “Love Is Love”, “el Amor es Amor”.
Lo digo muy en serio, cómo puedes percibir. En otros contextos, dependiendo de quién (el quién siempre es muy importante) esté hablando, el amor puede ser un concepto de resistencia muy poderoso, conectado con el cuidado y las formas alternativas de vivir que las personas queer y otres disidentes han hecho realidad de forma creativa a lo largo de la historia. No creo que el amor sea siempre un concepto molesto, pero sí cuando ayuda a suavizar la agenda política.
En muchos contextos, el amor nos resta agencia a nosotres, defensoras queer, disidentes de género. “No me importa a quien ames” es algo que solo se puede decir desde la condescendencia más absoluta, y que anula la disidencia y la compresión de la cis-heteronorma como un régimen político que nos oprime con mucha más profundidad.
Nos gusta ponerlo como si todo eso pasara en «el sur», y en «el norte» no hay mucho de qué hablar porque los derechos aquí están reconocidos. En un contexto en el que los derechos de las personas queer tanto en Europa como en Estados Unidos están en feroz retroceso.
 
La herramienta fundamental: el miedo
La queerfobia consiste en atemorizar, porque el miedo es la estrategia que mejor conoce el patriarcado para definir los límites exactos del comportamiento. A veces a riesgo de nuestras vidas, de nuestra integridad corporal, de insultos, acoso y violencia. Otras veces de forma más sutil, podemos tener miedo de cómo reaccionaría alguien (o a que nos echen, nos ignoren o no nos atiendan) si entramos en la peluquería o barbería “que no nos toca” por género.
Podemos tener miedo de la burocracia descontrolada o de la burorrepresión, como a mí me gusta llamarla, y de cómo puede desesperarte, y preguntarte por qué tienes que hacer literalmente tanto trabajo para estar en el sistema que los cis-heterosexuales no hacen. Ser queer también es tener que hacer trabajo abusivo y no consentido. Trabajo de explicarte constantemente, hacerte un hueco en el mundo y sus formularios.
Las personas queer sabemos bien que somos interdependientes y no inmunes a la comunidad, y a cómo se trata la gente entre sí. Y, aun así, existimos y siempre hemos existido, en estas sociedades violentas, y creamos comunidades que son de muchas maneras inspiración y oasis de placer y resistencia.
 
El primo molesto, el sector de la ayuda
El sector de la ayuda se comporta como un primo molesto que aparece de vez en cuando en las fiestas queer para comerse la tarta, tomarse las copas que ha pagado otra persona precaria y preguntar a las lesbianas qué tipo de anticonceptivo utilizan.
A las colectivas de base y comunidades activistas queer, nos gustaría más que, ya que está cerca, este primo, porque está en el negocio de los Derechos Humanos, que nos ayudase a apoyar la agenda, a conectarnos, financiarnos, y llegar a donde ellas sí llegan y las bases no; en lugar de ser extractivista de conocimiento y de otras cosas, y luego pasar de nosotres.
El sector de la ayuda necesita de verdad, de verdad, comprender algo sobre la gente queer, de lo contrario, sólo estará perpetuando un sistema cis-hetero violento basado en inyectar miedo y confusión (y trabajo extra) para las queers y no para la norma. Por eso la norma, es violencia. Y los normales ni siquiera la sienten. Y eso es horrible de ver, esa extrema, sociopática, falta de empatía. Eso es lo que realmente tenemos que evitar.
 
El electricista queer: 5 consejos para Queerizar tu luz diaria como cooperante

Odia el binario: cada vez que lo veas, pon cara de asco, como si hubieras visto algo con muy mal olor. Puede ser un informe, un baño público o una hoja de Excel. Simplemente tuerce la cara y asegúrate de que te vean.
Sospecha la cis-heterosexualidad. La heterosexualidad y las identidades cisgénero son cosas muy sospechosas; algunos dicen que son sólo fases. El nivel 2 es la sospecha de monogamia (como régimen jerárquico de las relaciones, no sólo como práctica).
Haz el trabajo. Que la gente queer haga el trabajo queer significa que
Hacemos más trabajo, ya que también hacemos el trabajo no queer.
Hacemos trabajo para los obligados a ser inclusivos, los privilegiados: su externalización del trabajo queer es explotación.
Cuestionarlo, todo el tiempo, aprende más. La cis-heterosexualidad es un régimen que lo empapa todo. Cómo nos relacionamos, cómo se escriben leyes, políticas e instrumentos de trabajo (por ejemplo, para quién tenemos licencia o permiso cuando muere o se enferma), está en lo que consideramos valioso e impactante. (Todo esto está muy inspirado en ideas del libro The Straight Mind And Other Essays de Monique Wittig, concretamente de su famoso texto The Straight Mind, y de Adrienne Rich, entre otros colectivos, comunidades, activistas y autoras lesbianas.)
Basta de cis-hetero-imperialismo mental. Dejad de leer libros heterosexuales, de ver series y películas heteronormativas, simplemente dejadlo. El arte y la cultura son paisajes bastante queer. Te han lavado el cerebro con heteronormatividad y ahora necesitas ensuciar un poco tu software. Así que asegúrate de estar siempre viendo/leyendo/absorbiendo material queer para compensar todas las cosas cis-hetero-patriarcales de las que te han atiborrado. Eso te hará mejor persona dentro y fuera del trabajo. Visita el artículo de Recomendaciones de esta revista para encontrar inspiración.