El paradigma dominante de la salud mental. La psiquiatría como pistola táser

Juan Carlos Pérez Aguilera. Sociólogo y Militante anarcosindicalista en CGT. Diagnosticado con trastorno Bipolar de grado 2. Miembro de la Asociación de familiares y enfermos mentales Luz de La Mancha.

Dedicado a mis hermanas atrapadas en el laberinto de la prisión química

“El Estado es la más nefasta de las instituciones sociales y el sostén de todas las injusticias; la Política la más repugnante de todas las farsas; y la Autoridad un veneno que destruye los sentimientos humanos”. Isaac Puente “Como el aire público, la libertad vigoriza”, CNT, mayo de 1933.

El modelo biomédico, que se centra predominantemente en el diagnóstico, la medicación y la reducción de los síntomas, prevalece en todos los sistemas de salud mental existentes. Como resultado, los determinantes sociales que impactan la salud mental de las personas no se tienen en cuenta. De aquí, se obtienen dos conclusiones: La psiquiatría actual infringe de manera rutinaria y sistemática prácticamente todas las leyes y tratados sobre derechos humanos sancionados internacionalmente, sin ninguna justificación científica; y, en segundo lugar, aparte de los psiquiatras, el mundo se está alejando de la idea de que, cuando se trata de personas con problemas mentales, las formas y estándares de tratamiento de hace cien años están bien.

Existe unas abrumadoras evidencias, resaltada en el Foro Europeo de la Discapacidad, Mental Health Europe y otras organizaciones, así como el creciente consenso dentro de las Naciones Unidas, incluida la Organización Mundial de la Salud, que muestran que la admisión forzosa en instituciones médicas y los tratamientos coercitivos en las instituciones provocan efectos nocivos tales como dolor, trauma, humillación, vergüenza, estigmatización y miedo a las personas con discapacidad psicosocial.

Disidencias. la indiferencia como peso muerto de la historia

George Orwell y su Gran Hermano observando y reeducando ya es una realidad terrorífica. He aquí “la policía del pensamiento”. Como siempre, ante toda situación se produce una antítesis que muestra otra realidad desmontando la que triunfa en la cultura dominante. La antipsiquiatría es un movimiento que sirve al propósito de antítesis y que cuestiona los fundamentos de la psiquiatría convencional. Algunos de sus aspectos relevantes son la abolición de la psiquiatría como disciplina médica. Sus seguidores argumentan que las enfermedades mentales no son realmente “enfermedades” y que el tratamiento psiquiátrico convencional no es la solución adecuada.

La anti psiquiatría surge en los años 60 con el objetivo de defender los derechos individuales de las personas con problemas mentales y llamar la atención sobre los métodos y la relación de poder desigual presentes en la interacción entre médicos y pacientes.

Durante el siglo XX siguió aumentando la percepción de la psiquiatría como una disciplina que deshumanizaba a las personas con problemas mentales. El surgimiento de las clasificaciones diagnósticas DSM y CIE contribuyó al etiquetaje de quienes acudían a tratamiento, poniendo el trastorno -al fin y al cabo, un constructo social- por delante de la persona.

La psiquiatría convencional sostiene que las enfermedades mentales, como el trastorno bipolar, la depresión o la esquizofrenia, son el resultado de anormalidades biológicas, como desequilibrios químicos, combinados con factores psicológicos y sociales.

En contraste, la antipsiquiatría cuestiona si estas condiciones son realmente enfermedades y propone que los sentimientos de ansiedad y compulsiones son una forma humana de experimentar la realidad.

La psiquiatría convencional utiliza tratamientos como psicofármacos, terapia y otras intervenciones para abordar problemas emocionales y desórdenes mentales.

Por otro lado, la antipsiquiatría se opone a estos métodos y busca alternativas que no involucren la medicalización. La discusión continúa sobre cómo abordar de manera efectiva los problemas mentales. Isaac Puente, divulgador anarquista, abordó este punto en un texto publicado en 1930 en el suplemento del periódico anarquista argentino La Protesta: “Nada hay más eficaz que las fuerzas de la naturaleza, dejadas en libertad de obrar. Nuestra actuación debe limitarse a suprimir todo lo artificioso en la alimentación, en el género de vida y en el ambiente”.

Aportando soluciones a corto y largo plazo.

No cabe duda de que todo cambio pasa por un cambio de sistema social, económico y de conciencia personal. Hay que estudiar con seriedad cómo el control del tiempo se ha convertido en la nueva tiranía actual; trabajar durante doce horas, no hacer vida con los hijos, llegar y salir del hogar a horas intempestivas por las exigencias de los horarios laborales y el transporte necesario para encerrarse en la fábrica, en la oficina o en los tajos de trabajos forzados de la construcción, las carreteras, el campo o la industria, la pesca de riesgo,  por no hablar del universo de la prostitución, la trata, el tráfico de esclavos y los salarios menguados por una inflación galopante.

El control de nuestro tiempo.

Si algo es nuestro es el tiempo de nuestra vida, vida que cambiamos por cosas que, en realidad, no nos hacen felices o nos inhiben de la satisfacción de la búsqueda de una dicha deseada como seres humanos y nos alejan de los afectos tan necesarios cuya ausencia y carestía suplantamos con millones de ansiolíticos, sustancias que modifican nuestro sistema de pensamiento y acaban por situarnos en la línea de esclavos químicos.

Los cuidados.

Otra circunstancia relevante es el tema de los cuidados. El Sistema Nacional de Salud no dedica los suficientes recursos para atender a la población con graves problemas de salud mental teniendo que recaer sus cuidados sobre el núcleo familiar y los más allegados, convirtiéndose así en uno de los principales problemas de las familias cuando alguno de sus miembros sufre una enfermedad grave. Los familiares, generalmente las madres o hermanas, se hacen cargo de los cuidados de toda la familia además de los cuidados especiales que una persona con problemas psíquicos tenga según su nivel de afectación y de dependencia.

La tarea de los cuidados intrafamiliares se ha demostrado esencial en el mantenimiento de las sociedades. Los seres humanos tenemos dos relaciones de dependencia esenciales para la vida: la dependencia de la naturaleza y sus recursos y la necesidad de ser atendidos y cuidados. Con los cuidados se ha hecho posible la crianza, la salud, la alimentación y el bienestar psíquico y emocional de las familias a través de los trabajos realizados generalmente dentro del hogar familiar como apoyo y complemento de las actividades necesarias para el mantenimiento económico como son las actividades laborales. Con la incorporación de la mujer al ámbito laboral en el siglo XX las relaciones de intercambio en la división de las tareas domésticas necesitaban de una revisión en el reparto de responsabilidades. En los ámbitos rurales con una población pequeña, el tiempo empleado en la movilidad hacia núcleos de población mayores con más demanda de empleos y el recurso de la auto movilidad como movilidad basada en el automóvil privado ha reducido el tiempo para los cuidados.  

Estas relaciones laborales y temporales se han convertido en una situación consustancial a los estilos de vida actuales y también han determinado nuevas formas de exclusión. En zonas de carencia de servicios, los cuidados requieren poder trasladarse allí donde se prestan servicios educativos, sanitarios, comerciales y de ocio. Las formas de exclusión se agudizan cuando existen uno o varios miembros de la unidad familiar diagnosticados con problemas de salud mental: no son del todo autónomos y deben ser tutelados hasta en las tareas más básicas por algún miembro de la familia.

Es necesario explicar que las personas cuidadoras de aquellas que tienen problemas de salud mental acaban desarrollando problemas de otra magnitud que tienen que ver con el desequilibrio emocional, la generación de ansiedad, las crisis depresivas y la inadecuación para realizar trabajos o tareas en diferentes ámbitos como el laboral o el doméstico, además de la incapacidad manifiesta de llevar una convivencia en pareja o parental con los afectos intactos.

Los cuidados de familiares con diagnósticos de enfermedades mentales suelen ser diagnosticados a su vez como pacientes de alguna patología de orden mental y generan a su vez problemas como la depresión o la ansiedad. El cuidado de ancianos con Alzheimer o de jóvenes con otras patologías impide en gran medida tener una vida laboral satisfactoria. Entre el 70 y el 80% de las personas con enfermedad mental están en situación laboral de desempleo.  

El tiempo en los cuidados y sus condicionantes de dependencia estructuran y dimensionan la vida personal, familiar y social. Todos los sucesos sociales están sometidos a una dedicación de tiempo.  En núcleos pequeños la necesidad de acceder a una movilidad para acudir al centro de trabajo y a otros servicios sanitarios, educativos o de ocio, generalmente fuera de la localidad, determinan los usos horarios y las relaciones de dependencia de aquellas personas sin permisos de conducir o sin medios propios.

La carga reproductiva sigue cayendo sobre los hombros de las mujeres observándose una tímida implicación de los hombres en los trabajos domésticos y los cuidados. Los cuidados comprenden las actividades que se realizan para obtener el bienestar físico, psíquico y emocional de las personas. Para comprender la importancia social de dichas actividades las actividades laborales y del desarrollo de la economía formal serían imposibles sin ellas. La realidad económica es una realidad de interdependencia. Esta interdependencia sigue estando asociada a los modelos tradicionales de familia. En términos generales, el peso de los cuidados, han recaído en las mujeres. La «doble jornada» o la “triple presencia-ausencia”, que implica el ámbito doméstico, el laboral y la planificación de las tareas, apuntan un desequilibrio en la asunción de responsabilidades en el núcleo familiar y en el tiempo empleado en ellas. Es especialmente significativa la acepción del cuidado como preocupación, responsabilidad, ocupación y disposición. En este enfoque se deben considerar la significación organizativa, emocional, material y de dedicación temporal que ello implica junto con las condiciones del entorno. Los datos apuntan que la convivencia generacional es importante en las áreas rurales españolas o bien de apoyo económico de padres a hijos o de alojamiento, cuidados personales de hijos a padres y ayudas emocionales y morales en una estrategia de apoyo mutuo.

El adelgazamiento de los estados de bienestar tras la recesión de 2008 y los recortes en los derechos sociales tiene una mayor repercusión en las mujeres al ser ellas sobre las que recae la responsabilidad de los cuidados familiares cuyo pilar en su sostenimiento se ha mostrado esencial en el estado de pandemia, cuando toda actividad productiva y de los servicios sociales privados padece una paralización casi absoluta. Dos acontecimientos del siglo XXI, la recesión de 2008 y el estado de pandemia que han podido incidir en un cambio social en las estrategias, organización y relaciones de la dependencia y de los cuidados.

Terapias alternativas

El comunismo libertario es una teoría que ofrece, entre otras cosas, solucionar todos los problemas insolubles en la actual sociedad; los que lo preconizan se han dividido tradicionalmente en dos grupos: los empiristas, que pregonan llegar a su conocimiento por la experimentación, y quienes pretenden llegar primero a su conocimiento, para realizarlo después en todas sus consecuencias.

La evolución de la Ciencia y de la Historia da la razón a los primeros, permitiendo producir hechos antes de conocerlos y ayudando a conocerlos después de producidos. A los segundos les ha tocado ir siempre a remolque, aprovechándose del fruto del emprendimiento de los audaces y aquellas personas que pusieron en práctica o recuperaron practicas ancestrales antes mencionadas.

La arteterapia está demostrando una alta visión sobre las capacidades del arte y el teatro como vehículos para sacar adelante un incalculable catálogo de terapias que transforman la visión tanto del terapeuta como del paciente en la forma de entenderse a sí mismo- cuestión fundamental- como entender y comprender el mundo que nos rodea. Este es un punto de partida esencial para recorrer el largo camino hasta que la salud mental tenga la atención que merece.  Hasta que demos la importancia necesaria a las causas de estas enfermedades, dependientes del sistema cultural, social y económico, que rodea una burbuja en la que el consumo, el pensamiento único y la tiranía con su servidumbre, escoge diversos y variados disfraces ara confundir la realidad -sea cual fuere- con un mundo prefabricado y al servicio de los detentadores del poder.

Como asegura Foucault: “el poder no se tiene, el poder se ejerce” y de no impedirlo acabaremos para siempre en la jaula de hierro sin más capacidades que aquellas que interesen al tirano, porte el disfraz que porte.

Una estrategia efectiva es la que siempre hemos practicado:

¡Resistir, persistir, insistir hasta que la oscuridad sea luz de nuevo!

Esta es una versión reducida del texto “El paradigma dominante de la salud mental”. La versión completa se puede leer en la web de la revista.