Enrique Biosca. Miembro del Ateneo Libertario La Idea.
En este escrito pretendo pasar más allá de las críticas mayoritarias que se plantean a la inteligencia artificial (IA) que, no son triviales pero que, es necesario profundizarlas. Me refiero a la pérdida de empleos producida por la automatización, o a la utilización irregular mediante actividades ilegales, o fraudulentas, falseamiento de personas, etc.
Los mitos del progreso y de la neutralidad tecnológica
Lo primero si queremos llegar más lejos, es señalar que la IA forma parte del proceso de tecnologización que domina nuestra sociedad desde el comienzo del sistema tecnoindustrial, el cual se ha ido haciendo más complejo, y ya en su formulación digital, está abarcando todos los aspectos de la vida humana. La IA es junto con el transhumanismo la parte más avanzada de dicho proceso que, de momento, lo más llamativo a destacar es que se caracteriza por un desarrollo progresivamente acelerado.
Previamente, para obtener la hegemonía que ha alcanzado, ha tenido que ir creando un determinado ambiente favorable que nos va envolviendo, lo que ya sabemos que, viene a ser la función típica de la propaganda, para conseguir ablandar nuestra capacidad crítica, y justificar que no se discuta ni se debata en absoluto su idoneidad. Después creeremos que es algo original nuestro, ya que lo vamos asimilando y concretando personalmente cada cual.
Se ha constituido un potente mito, aunque clásico, debidamente modernizado, que es la idea de progreso. El progreso nos parece sinónimo de mejora, pero al no someterse a debate alguno, puede llevarse por distintos derroteros; ¿qué clase de mejora? Lo que ha ocurrido es que, se ha equiparado en exclusiva el PROGRESO con mayúscula al progreso tecnológico. Esto unido a otro mito, que es la pretendida neutralidad de la tecnología (ésta no es buena ni mala, depende de quién y cómo se utiliza) ha llevado a sentar las bases de una hegemonía ideológica cuya presión mental y mediática no desmerece de los otros dogmatismos que hemos ido conociendo en la historia. El progreso que queremos es el PROGRESO HUMANO, y eso no lo da un transhumano, sino los humanos plenos, si bien para ello, necesitamos el ambiente social que se base en los valores fundamentales de igualdad y cooperación sin aceptar ninguna supremacía de nadie.
Buceando ya en lo que nos aparece como el meollo de este fenómeno, hay que recordar las visiones adelantadas de autores precursores, como Jacques Ellul, Lewis Mumford y más recientemente Nicholas Carr que, apuntan a que el daño principal constituye el desplazamiento de la función tecnológicade ser un mero auxiliar de los humanos a convertirse en su sustituto.
Usurpación de funciones humanas
Eric Sadin, filósofo actual francés califica la inteligencia artificial generativa, tal como es el ChatGPT, de crimen contra la humanidad, al intentar privarnos de uno de los aspectos más íntimos de nuestra humanidad que es el lenguaje. Si bien es cierto que todavía no es un lenguaje verdadero, sino un lenguaje muerto, puede estar en camino de simular cada vez mejor cómo hablamos.
Previamente la IA comenzó marcándonos lo que es verdad y lo que no, al pretender llegar antes y más lejos en cualquier aspecto que analiza; recordemos aplicaciones como Waze que analiza el tráfico rodado y nos dice por dónde hemos de ir, nos “aconseja” un restaurante o qué podemos comprar o visitar. Esto equivale a decir que nos enuncia la verdad, que nosotros no habíamos captado. Empieza por lo sencillo, pero no tiene ningún límite. Luego aprende a capturar nuestro rostro, sitúa nuestra persona donde quiera, nos hace decir lo que le parezca, se expresa en primera persona. Nos despoja de la facultad creadora, artística, literaria. Es el camino de anularnos totalmente. Ese es el problema de la IA, por tanto, no se trata de regularla, ni de limitarla. Hay que darse cuenta de que va a ser: ella o nosotras/os.
Como dice Kate Crawford en su magnífico Atlas de IA – 2023, para criticar la IA tenemos que dejar la ética y analizar el caso en términos de poder. La IA está diseñada para amplificar y reproducir las formas de poder para cuya optimización ha sido implementada entrelazando tecnología, capital y poder.
Todo este complejo proceso no ha ocurrido de golpe, lleva desarrollándose desde hace casi un siglo, pero ahora avanza a pasos agigantados. Hoy podemos ser plenamente conscientes de este desplazamiento, que para colmo es celebrado por las mayorías silenciosas como un gran avance que nos está liberando de tareas tediosas, repetitivas o peligrosas. Cualquier pequeña ventaja aparece como la gran coartada para que la aceptemos. No se tiene en cuenta que lleva consigo poner en marcha todo el proceso que estamos criticando, y especialmente, incrementando la usurpación de funciones que constituyen cualidades humanas.
Así, nuestra memoria se debilita sabiendo que no es necesario recordar nada pues los ordenadores tienen una inmensa memoria a la que acudir cuando queramos. La capacidad de orientación totalmente perdida con los GPS, la escritura manual a punto de abandonarse, el lenguaje como todo el sistema comunicativo se reduce a mínimos: textos muy breves y simples, imágenes o videos, igualmente cortos. La atención no puede mantenerse más allá de algunos segundos. La nefasta influencia en niños y adolescentes ya está ampliamente demostrada y denunciada. La capacidad de debate se simplifica en términos emotivos de tener razón o no. La aceptación sumisa al sistema establecido aumenta. Las pantallas son el sentido y la fuente comunicativa por excelencia. En ellas, las redes sociales monopolizan la influencia, donde son protagonistas nuevos líderes de opinión llamados youtubers. Se ha impuesto una aceleración en todos los órdenes, más rapidez, cambios continuos en cosas y personas, lo que hoy estamos viendo, mañana ha cambiado, viajar cada vez más, a sitios más exóticos, etc.
Los festivales de músicas modernas que son verdaderos shows, agrupan multitudes enfervorecidas que recuerdan las religiones desde el altar. Demuestra la dificultad de ser capaces de realizar diversiones y convivencias de grupos más reducidos, más coral, donde todo el mundo sea protagonista sin acudir a artificios, como lo hacen todavía otras culturas con músicas y fiestas propias.
Con nuestra sustitución por lo artificial están consiguiendo que nos convirtamos en seres cada vez más pasivos e inútiles. Se ha llegado al ridículo de la domótica, que nos prepara la casa, nos abre ventanas o persianas, para no molestarnos. Esto se llama pérdida de la autonomía que, es la clave de la supervivencia de cualquier especie. Las personas éramos seres activos acostumbrados a saber buscar la satisfacción de nuestras necesidades; polifacéticos tanto manual, como intelectual, como artísticamente, con humor, convivencialidad directa, amistad, amor y sexualidad.
Tecnología, trabajo, poder y ecosistema
Evidentemente el trabajo asalariado es una forma infame de explotación que siempre hemos denunciado. Pero un trabajo diferente, quiere decirse en un sistema social plenamente participativo y autogestionado, con tareas creativas tanto manuales como intelectuales, donde lo más desagradable, fuera rotatorio es algo que nos realiza, con el que podríamos incluso disfrutar. Luego el objetivo no es liberarnos del trabajo sino liberarnos de todo sistema de dominación.
Diremos algunos detalles más: En las tareas de clasificación y adjudicación de categorías, (que, por cierto, suponen una de las manipulaciones mayores), vamos a ver el ya famoso tema del sesgo, es decir que la máquina tiene valores que, por supuesto se los ha introducido quienes la controlan, y de ahí en adelante va construyendo elementos decisorios que se imponen en concordancia con esos valores. Es más, aunque no tuvieran expresamente un sesgo ideológico, toda tecnología refleja unos valores y una motivación que ya marca su diseño y su funcionamiento fiel reflejo de las ideas dominantes.
Nació y se desarrolla en el engaño. Se presenta como progreso y libertad para todos. Nada nuevo, por cierto, pues así ha sido todo el proceso estatal, después capitalista y ahora capitalista-digital de organización humana, basado en la apropiación ilícita de poder y riqueza por unas minorías, a la voz de ¡¡enriquézcase el que pueda.!!
Nada menos que nos quieren hacer creer que es una tecnología desmaterializada, que guarda nuestros datos en una NUBE. En la nube estamos nosotros si creemos algo así. Todo lo relacionado con la tecnología digital precisa grandes cantidades de electricidad para que funcionen gigantescos centros, llenos de toneladas de materiales estratégicos pero escasos.
También es Crawford quien, nos recupera del olvido de que ya en el siglo XIX el colonialismo victoriano utilizó para mejor controlar esas colonias el telégrafo. Éste precisaba caucho para recubrir los tendidos de cables de cobre, de manera que el primer cable trasatlántico medía casi 3000 kilómetros y necesitaba 250 toneladas de gutapercha de caucho. Así que, como se requería unos 900.000 troncos del árbol por tonelada, ya sabemos cómo fueron arrasadas las junglas de Malasia y Singapur.
Hoy apenas podemos imaginar qué cantidad de energía, aparatos e infraestructuras se necesita. Por eso, otra de las razones más poderosas para oponernos a esta tecnologización es el deterioro de la naturaleza, sus bosques, tierras de cultivo y mares, y particularmente el que está acabando con nuestro ecosistema generando un calentamiento incontrolable, desde que comenzó la época industrial que conduce a catástrofes climáticas para nosotros desastrosas. Si el sistema tecnoindustrial ha generado tal caos difícilmente podremos creer que es ningún progreso.
Señalar aquí que la alimentación y entrenamiento de la IA ha requerido el trabajo de miles de personas subempleadas con condiciones económicas y sociales muy por debajo de las usuales. La acumulación de todo tipo de imágenes, de caras humanas, de textos; la corrección de errores y demás circunstancias, sigue requiriendo el empleo de mano de obra humana para instruir la IA Como sibilina paradoja decir que Amazon (paradigma de máxima tecnologización) no emplea, como sería de esperar, robots para todo, sino que está cuasi-robotizando humanos, dotados de sensores en el brazo, pero mandados, eso sí, por robots que, son los que ordenan y controlan su trabajo. Los trabajadores humanos resultan ser más útiles para ciertos movimientos de dedos, codos y rodillas para la selección y colocación de productos al tiempo que más económicos que los robots (de momento).
Hacia un cambio de la especie humana
No hace falta indagar mucho para ver los siguientes pasos en el proceso de sustitución de lo humano que, los prohombres de la tecnologización nos anuncian sin complejos. Sería el cambio de la especie humana. Entonces, esto de la tecnociencia, la I.A, el transhumanismo, etc., no es un cambio simple, un “avance» técnico más. Supone un cambio profundísimo, el advenimiento de una nueva Civilización, o quizá, el final de un proceso evolutivo fallido.
Ellos han destacado que lo más perfecto de toda la evolución conocida es la inteligencia humana, aunque el soporte en que se asienta, el cuerpo humano, es considerado imperfecto, impredecible y perecedero. Por tanto, hay que aspirar a sustituirlo por un nuevo soporte inorgánico y perenne.
Pero, ignoran que la inteligencia no es que tenga un soporte corporal, es que se ha ido configurando por el propio cuerpo orgánico, con sus diversos elementos, funciones e interacciones con la Naturaleza.
De ahí que la inteligencia no sea un puro elemento racional de cálculo, operando por la lógica y reductible matemáticamente. Está configurada también por elementos cualitativos que son imprescindibles y dan la riqueza y cualidades específicamente humanas tales como son la intuición, la imaginación, el inconsciente, la curiosidad, los afanes de buscar, descubrir, etc., todos los aspectos emotivos, los sentimientos tales como afecto, amistad, empatía, amor, odio, miedo, valor, ánimo, etc.,las sensaciones que nos producen los sentidos en interacción con el medio ambiente y los demás seres vivos de la naturaleza, y el mundo que llamamos espiritual de las ideas, del simbolismo, etc. Todo eso está ausente en esta IA, más bien, seudo inteligencia, pero eso sí, totalmente artificial.
Para justificar la estrategia que ya han implementado, de abandono de la Tierra cuando ya no haya más que saquear, Bezos, el amo de Amazon, decía el día de uno de sus lanzamientos espaciales, refiriéndose al posible decrecimiento, o incluso al moderado crecimiento cero, que ya desde 1972, pedía el club de Roma:
Tendremos que decidir si queremos una civilización en estado estático, para lo que tendremos que limitar la población, limitar el uso de energía per cápita, o bien, podemos arreglar el problema mudándonos al espacio
Esa expansión espacial, es el nuevo objetivo para buscar fuera de la Tierra toda clase de minerales que ya no tenemos aquí. En 1967 se firmó el Tratado del Espacio Ultraterrestre proclamando el espacio para uso común de toda la Humanidad. Ya en 2015, con Obama, se ha cambiado con una nueva Ley de Competitividad Comercial de los Lanzamientos Espaciales, que permite la exención de esas limitaciones a la extracción de recursos minerales en los asteroides. En Texas oeste hay una gran finca donde se alza la base propiedad de Jeff Bezos, para lanzamientos suborbitales Blue Origin. La compañía Space X de Elon Musk fabrica cohetes y lanzadores diversos utilizando Cabo Cañaveral y otras bases aéreas como la primera base privada de lanzamiento llamada Space Port America, en Nuevo México, y la nueva base en Brownsville (Texas). Estas y otras empresas menores están plenamente embarcadas en este nuevo negocio, pues ya obtienen ciertos beneficios de privados y muchos del Estado, teniendo como futuro promesas de fabulosos recursos por explotar.
Defender la igualdad y la cooperación
Después de esta breve exposición, es evidente que muchos no aceptamos tan triste realidad. Creo que hay que buscar un referente que nos ofrezca un agarre lo más seguro posible y positivo, aunque no esté exento de dificultad. Creo que solo puede ser la propia Naturaleza en toda su amplitud, que, es lo único tangible que conocemos. De ella venimos y somos parte de ella, por eso no debería ser difícil respetarla. Quizá la Naturaleza, forzada a reequilibrarse, por nuestros desajustes provocados, contribuya a parar en seco esta errónea línea evolutiva.
Recordamos con nostalgia que, los humanos evolucionamos como especie, necesitados de más cooperación que los demás primates, dado que el nacimiento de nuestras crías era prematuro por el constante aumento de tamaño del cerebro. Así que, hemos ido llevando la práctica igualitaria y cooperadora entre hombres y mujeres y en conjunto, durante milenios, aunque sea con altibajos. Lo malo es que, en algún momento, que no se conoce con certeza, se fue imponiendo la desigualdad bajo diversas formas, lo que en general ha predominado hasta ahora.
En estos momentos de crisis tan enorme, donde corremos el riesgo por distintos frentes, de llegar a desaparecer como especie, necesitamos pararnos a decidir qué sociedad queremos. Hay que recuperar o, si preferís, buscar, una sociedad equilibrada y armoniosa, basada en la cooperación y no en la competencia. En la igualdad y no en el individualismo insolidario que generó jefes y élites, creyendo erróneamente en la superioridad de algunos sobre la mayoría, arrastrándonos ellos a una suicida carrera para acumular poder y riquezas y lo que es peor, a consentirlo los demás.
No solo hay indicios prehistóricos, también hay experiencias históricas comunales, y otros pueblos actuales que viven o han vivido muy recientemente estas formas cooperadoras. Esto se ha procurado ocultar por los poderes que nos rigen, pero a nosotros nos ayudan a sacar fuerzas de flaqueza porque somos conscientes que vivimos una situación límite.
Este artículo se publicó en Libre Pensamiento nº 118. Verano 2024.