Entrevista realizada por Emilia Moreno y María Leo.
En esta sección de entrevistas en la que hemos querido ir recuperando a mujeres militantes históricas de nuestra organización, hoy os presentamos a Catalina Borrego, quien fue primera secretaria de la Mujer de CGT, y que parece haber sido relegada al olvido después de tan solo 20 años, igual que lo fue su sucesora, Sira del Rio, como si el hilo conductor que debería haber llegado hasta nuestros días se hubiera roto con la tercera secretaria, nunca elegida y nunca miembro de los grupos de mujeres que hasta entonces las habían sostenido. Hacemos esta entrevista junto a María Leo, joven afiliada de enseñanza, y que pertenece a esas nuevas generaciones de mujeres que deberían haber heredado los aprendizajes que entonces realizamos para no volver a tener que empezar de cero, como sucede tantas veces en esta organización.
Katy Borrego, salmantina, estudiante de filología durante el tardofranquismo, participó en las luchas universitarias de aquellos años. Las oposiciones para una plaza de francés en instituto la llevaron a Valladolid a principios de los ochenta, y allí se unió a la lucha por el derecho al aborto libre y gratuito, y más tarde a las grandes movilizaciones de la enseñanza, a partir de las cuales se afilió a CGT. Posteriormente fue la primera secretaria de la Mujer de CGT, secretaría aprobada en el XIV Congreso Confederal en 2001 en Valladolid. Al ser preguntada, en aquellos momentos, del porqué de la lucha para que CGT tuviera una Secretaría de la Mujer, insistía en que no era de ella solo, sino de todo el grupo de mujeres de Valladolid, y continuaba: «queremos aumentar la participación y la visibilidad de las mujeres y del trabajo que desarrollamos “.
Comencemos por tus inicios. ¿Cómo llegaste y cuáles fueron tus primeras vivencias dentro de la CGT?
Yo empecé a movilizarme en las huelgas del profesorado del 1987 y 1988, que después convergieron con otros sectores y desembocaron en la huelga general de diciembre del 88. Hubo muchísimas asambleas del profesorado en aquella época, y en las de Valladolid conocí a los distintos líderes y, en especial a uno, Avelino, muy conocido en nuestra organización, sindicalista desde que era bien jovencito, que ahora ya no vive. Me gustaba mucho cómo hablaba en las asambleas y cómo actuaba, porque había otros que todo lo tenían preparado como para que saliera lo que habían pensado los de arriba, y Avelino era el que más escuchaba las palabras que había en las asambleas y las tenía en cuenta; y, entonces, esa organización más horizontal me interesó, iba más con mi personalidad, y empecé a hablar más con él y con otros compañeros de CGT y, después de un tiempo, -porque yo soy más bien como lenta – empecé a militar en CGT. En las elecciones de enseñanza del 92 sacamos un delegado, y entonces ya había mucha más actividad en CGT, y fuimos entrando muchas mujeres de enseñanza en el sindicato.
¿Cómo empezasteis a organizaros como mujeres dentro del sindicato en Valladolid?
Tuvo que ver con esas elecciones de enseñanza. A partir de ellas, nos incorporamos varias mujeres en el sindicato que, hasta entonces, había sido mayoritariamente de hombres, y fuimos viendo que los modos de estar y hablar eran muy “masculinos”, por decirlo de alguna forma, y que nosotras no nos sentíamos cómodas, que algo rechazábamos de esa manera que tenía el sindicato “de estar”. Y comenzamos a hablarlo y a pensar en cómo conseguir “feminizar” el sindicato; pensamos que, si se sumaban más mujeres, se irían cambiando las costumbres, y fuimos reuniéndonos cada quince días un grupo en el que estábamos Azucena, Nieves, María José, Isolina, Esperanza…. Tratamos de hablar con los secretarios de los sindicatos para hacerles propuestas: algunos nos escucharon, otros no nos hacían ni caso; al menos en enseñanza era todo mucho más fácil, y nuestros compañeros sí pensaban más o menos como nosotras.
¿En qué momento se inicia la idea de la Secretaría de la Mujer? ¿Cómo se organiza? ¿Hubo mucha oposición?
Desde la Secretaría de Acción Social, Cristina Plaza comenzó a convocar a las mujeres para dar un impulso al tema de las discriminaciones específicas de las mujeres, y nos dimos cuenta de que en CGT se estaba haciendo muy poco al respecto. Y esas reuniones fueron un paso muy importante para que nos encontráramos y se nos unieran mujeres que estaban trabajando sobre ello al margen del sindicato (Mujeres Libres, Mujeres Libertarias, Dones Lliures) porque, como todas sabemos, siempre ha habido esa idea de que, cuando se alcanzase la revolución, se resolverían todas las desigualdades, tanto de clase como de género, y que no debería haber luchas especiales por o para las mujeres.
No coincidíamos todas en la forma de hacer el sindicato más accesible a las mujeres, pero sí teníamos todas la sensación de que no nos sentíamos cómodas.
Emilia. – Claro, esa frase tan usada por muchos compañeros de que “si no están es porque no quieren, porque tienen las puertas abiertas», sin darse cuenta de que las formas nos echan para atrás.
¿Cómo empieza a formarse la idea de la Secretaría? (puesta en marcha, contacto con otros territorios) ¿Por qué se pensaba que no era suficiente con los grupos de mujeres?
Nos dimos cuenta de que necesitábamos alguna herramienta para conseguir cambiar las cosas porque, mientras nuestras reuniones y propuestas fueran estrictamente sobre el tema de la mujer, y mientras nos implicáramos solo nosotras, no había problema, pero en cuanto tratábamos de intervenir en cuestiones más relacionados con el sindicato, de «transversalizar» el tema de la mujer en la organización, siempre nos decían que no éramos orgánicas, y llegó un momento en que estábamos hasta la coronilla de la frase, y teníamos la idea de que éramos un grupo anexo, pero no nos dejaban entrar dentro de la estructura , y veíamos que las decisiones que tomábamos en nuestros grupos no llegaban a ninguna parte porque no éramos orgánicas, y eso hizo que buscáramos la forma de entrar dentro de la estructura: para dar a CGT un rostro de mujer, que no solo fuera anarcosindicalista, sino también «anarcofeminista» -término que a muchos ponía muy nerviosos-.
Y ahí empezamos la batalla por conseguir la Secretaría, más suavemente desde el 97 y, luego, a partir del 99, fue como la madre de todas las batallas: fue una movilización increíble. Lo bueno fue que se movilizó a mucha gente que no toda estaba a favor de la Secretaría en concreto, pero sí de que la CGT se sensibilizara y se implicara más contra las desigualdades de género. Hubo mucha oposición, pero también hubo mucho debate, lo cual siempre es enriquecedor.
Emilia. – Recuerdo desde Valencia que aquello era como un hervidero: las compañeras venían con mucha ilusión y con ganas de tejer esa red que hiciera posible que saliera adelante la Secretaría, y durante la elaboración de las ponencias había mucha rigurosidad también a la hora de trabajar.
Katy .-Mucha rigurosidad, quizás sí, y sobre todo mucho interés por trabajar; todas las compañeras en todos los grupos : “¡Venga! Si tú haces esa ponencia, nosotras hacemos otra”. En otra provincia, otra… Luego ya comenzamos a valorar las más interesantes para presentar; nadie se echaba para atrás, todo el mundo al unísono, era una red que se fue consolidando, y lo bueno es que ese espíritu y esas ganas de trabajar continuaron mientras yo estuve en la Secretaría; se mantuvieron esas buenas formas de hacer las cosas, y las relaciones de cariño que se tejieron, que, en muchos casos, han ido manteniéndose hasta ahora.
Valladolid asume la secretaría. y aunque se tenía claro que iba a ser organizada y trabajada por los grupos de mujeres, ¿por qué, y por qué tú?
Se eligió Valladolid y a mí en concreto porque Valladolid estaba muy activo, y luego se tuvo en cuenta que tenía que ser una persona que estuviera liberada como delegada sindical, por un lado, y por otro que tuviera menos responsabilidades familiares, y yo no estaba casada ni tenía hijos. De hecho, la otra compañera que estaba conmigo en el Secretariado Permanente (SP), Delia, de Salud Laboral, también estaba libre de cargas familiares. Las otras compañeras no podían asumirlo porque el sindicato era un trabajo muy absorbente, de muchas horas y mucha dedicación, y la conciliación no era fácil, ni antes ni ahora.
Emilia. -Uno de los cambios que pretendíamos introducir era que las criaturas formaran parte del sindicato, que pudiera unirse la militancia y el cuidado.
Katy. – Sí, y ahí seguimos, sin que se haya resuelto mucho este problema de los cuidados.
María. – Eso entronca con una problemática muy actual del sindicato. De hecho, uno de los debates que ahora se plantean en algunos espacios, es qué es lo que vamos a hacer cuando las compañeras de mi generación comiencen a criar: se va a perder de golpe un montón de militancia porque en las asambleas no se hacen huecos para las criaturas.
Y otra de las cosas que apuntabais era que se tenían horas sindicales: se supone que no somos un sindicato de liberados, pero tenemos una estructura en la que solo pueden militar quienes están en sectores grandes; pero la gente que trabaja en sectores más precarizados, que para mí es quien debería tener más voz en el sindicato, no puede participar de forma orgánica, o lo hace con esfuerzos personales que acaban quemando.
¿Cuánto cambio ves desde cuando tú estuviste en la Secretaría hasta ahora? Y ¿qué cosas, que considerabas importantes, se han olvidado por el camino?
Nosotras ya intentamos que hubiera guarderías.
María.- Hay un acuerdo del Congreso sobre que existan guarderías en Congresos y Conferencias Sindicales.
Emilia- Ahora ya hay en Congresos y Conferencias, pero de forma muy precaria. Hay que ir más a la raíz del problema.
Katy- En aquellos tiempos, efectivamente, había sectores y trabajos más estables en grandes empresas, pero es cierto que, en la actualidad, el mundo del trabajo se ha ido desestructurando, con un empleo más atomizado, con lo cual encontrar horas es muy complicado y hace más falta incluso que entonces.
Emilia- El sistema continúa poniéndolo muy difícil, pero el trabajo que se ha llevado adelante sí ha ido calando y, en este momento, pocos son los compañeros que ponen en duda que la conciliación es necesaria.
Katy. – Lo que yo no tengo claro es si estos compañeros piensan que esa conciliación también es una cosa de ellos. Eso es un trabajo que también hicimos mucho en la Secretaría: decíamos que había que repartir todo el trabajo, pero todo el empleo asalariado, y también el de reproducción social, no debe caer solo sobre las espaldas de las mujeres. No sé cómo veis vosotras si eso ha calado en la actualidad.
María. – Pues se nota mucho según el sector. En los que están más feminizados, sí mejora; pero en los más masculinizados, donde empieza a subir la edad, no demasiado.
Se aprueba la secretaría. En ese Congreso de Valladolid, que no fue pacífico, había muchos sindicatos que se oponían, votos particulares, votación ajustadísima… pero se consigue, y hay que ponerse a trabajar en dos ámbitos; por un lado, hay que poner en marcha los acuerdos de ese XIV Congreso; por otro, hay que formar parte de un SP, con todo lo que conlleva, y luego hay que seguir manteniendo los grupos de mujeres que son los que van alimentando y «transversalizando» todo.
Por un lado, lo que queríamos era una Secretaría de la Mujer que no fuera un gueto, sino que fuera transversal, es decir, que todas las otras secretarías tenían que saber qué pasaba en la Secretaría de la Mujer, y la Secretaría de la Mujer también tenía que estar en otros debates y participar en otros temas; y, desde luego, se intentó, y en lo que era el SP no fue tan difícil -a veces las maneras de actuar lo eran un poco, -así, de testosterona, que digo yo- pero algo se conseguía. Bueno: a lo mejor no le daban una importancia grande, pero por lo menos, no ponían muchos palos al carro.
Más difícil eran las reuniones de las Plenarias, con todos los secretarios generales de las diferentes confederaciones territoriales y las federaciones de rama; había algunas muy duras. Lo que habíamos pretendido era estar dentro de la organización para que nunca nos dijeran que “no era orgánico”, pues una de las cosas que más tuve que seguir oyendo en las plenarias era que lo que nosotras habíamos decidido en los grupos de mujeres no era orgánico porque no había pasado por los sindicatos, pero es que en Acción Social también se habían reunido con sus colaboradores, y con otros colectivos, y nadie cuestionaba sus decisiones. Era una diferencia de trato increíble. Y lo afrontas como puedes, porque no sabes hasta qué punto debes ponerte más dura o intentar ir un poco más suave, que era más mi táctica. Una adopta la táctica que va más con su personalidad y, además, con una entrada más suave no habría tanta resistencia, y creo que, al principio, no estuvo mal; luego ha habido secretarías un poco más duras o asertivas y, a lo mejor, era el momento de serlo.
Emilia. – Luego ha habido secretarías muy diferentes, y algunas tan orgánicas que en lugar de trasladar al SP la voz de las mujeres, trasladaban a las mujeres las decisiones del SP, y otras. Creo que con las que mejor ha funcionado la Secretaría, precisamente, habéis tenido esa manera conciliadora.
María- Quizás. Da igual porque, hagas lo que hagas, te van a juzgar por ser mujer. Es bueno definir la estrategia, no solo lo que a ti te sale, sino que tus compañeras te propongan, ¿no?
Katy. – Yo creo que me decían que hiciera lo que pudiera (risas).
Emilia. – Pero también aportábamos el buscar la complicidad de los territorios, ¿no? De las reuniones nos íbamos cargadas de propuestas para trabajar en nuestros sindicatos, y de ahí iban saliendo; hubo mucha complicidad.
María- Con lo cual, esas propuestas dejaban de ser solo de los grupos de mujeres, y se podía hablar de las cuestiones de la mujer en todo el sindicato, el espacio “de las cosas importantes”.
Y, hablando de estrategias, la primera vez que hablé contigo fue porque me llamaste por teléfono y me dijiste: «¡Hola! Tú eres Emilia, de Valencia, ¿verdad? Yo soy Katy, la nueva secretaria de la Mujer.» Y creo que esa fue una de tus estrategias: llamabas por teléfono a todo el mundo, viajabas a todos los territorios e ibas tejiendo, limando asperezas, juntando, con el privilegio de tener esas horas sindicales que fueron muy útiles.
Katy. – Pues sí. No tan útil como hubiera podido ser, pero sí. Me hice muchos kilómetros, tantos que, cuando empecé, mis compañeras me regalaron una maleta, y al cabo de cuatro años estaba destrozada. Yo quería que la secretaría no solo fueran unos papeles que llegaban, sino que la militancia de nuestro sindicato le pusiera cara, y creo que sí ayudó porque, ya en el 2003, después de dos años, me he encontrado actas de las reuniones de mujeres en las que había muchísimas provincias: Castellón, Valencia, Alicante, Murcia, Valladolid, Burgos, Soria, Barcelona, Granada, Sevilla, Almería, Jerez, Úbeda, Ciudad Real, Baleares, Bilbao, Mallorca, Madrid… En Aragón me costó muchísimo entrar, y en Burgos, pero poco a poco fui entrando y nos fuimos haciendo cada vez más fuertes, y compañeras como las de Granada, que aunque al principio no estaban muy a favor de la secretaría, -ellas querían ser más autónomas y decían que si nos metíamos en la secretarías nos iba a marcar el camino-, en cambio, como vieron todo el trabajo que hacíamos, se unieron y aportaron como las que más: hicieron una unidad didáctica sobre la igualdad en las escuelas y una pequeñita guía laboral; hicieron un muy buen trabajo.
¿Qué temas se trabajaron? ¿Qué herramientas se utilizaron?
Uno de los objetivos principales fue intentar que CGT tuviera rostros de mujeres. Hicimos campaña para que las mujeres participarán más, tanto en las elecciones sindicales como en la vida cotidiana del sindicato. Y nos lo trabajamos mucho; no sé hasta qué punto fue eficaz en todas partes, pero algunas cosas se consiguieron. Quisimos también que se nos oyera por todas partes: hicimos nuestra web dentro de la de CGT e intentamos participar más en la revista Rojo y Negro para que, en el sindicato, todo el mundo supiera lo que hacíamos, y creamos nuestra sección, El Eje Violeta, y le dimos mucha importancia a la formación; algunos encuentros fueron de formación expresamente.
También hablamos de los cuidados. De hecho, el primer encuentro lo tuvimos en Ruesta, y tratamos de plantear y debatir el cómo poner la vida en el centro, y no la productividad; y allí, como era la escuela de verano, hubo bastante gente, también compañeros, no solo nosotras. Tratamos de resaltar la importancia de la reproducción de la vida con el ejemplo que usamos tantas veces del iceberg, en el que se oculta todo el trabajo que sostiene la vida pública, que es la única parte que asoma a la superficie.
Otro gran tema fue el de la precariedad con la perspectiva de género. Se hizo una comisión contra la precariedad, de la que salieron unos cuadernos de material muy interesantes.
Emilia- Recuerdo un encuentro en Valencia en el que vinieron mujeres de Sevilla que nos hablaron del derecho a no cuidar, que en aquel momento apenas sí se había planteado, y también estuvimos debatiendo sobre la prostitución. Se generó mucho debate, pero sin duda, ha sido el espacio donde he estado más cómoda y con más respeto, al escuchar y participar hablando de prostitución, y donde hemos llegado a puntos de encuentro desde donde se podrían haber comenzado a tejer más acuerdos y consensos.
Katy- Efectivamente. Y no sé dónde acabaron esas actas, pero se trató de llevar a los sindicatos, porque la prostitución era un tema muy conflictivo. Nosotras habíamos llegado al acuerdo de que, aunque compartíamos que la prostitución era mejor que desapareciera, mientras tanto había que defender que las prostitutas no tuvieran una vida tan precaria, estigmatizada, y que CGT podía luchar para que tuvieran más derechos. Pero eso no prosperó. Creo que en algún congreso se debatió, pero ya de otra manera.
Organizamos también unas jornadas muy interesantes para tratar las nuevas masculinidades, y llevamos a Luis Bonino que, aunque ahora esté más desfasado, en aquel momento era un tema de vanguardia, y Bonino era el adalid de las nuevas masculinidades, pero, lamentablemente, no fueron hombres; intentábamos que escucharan no solo nuestras voces sino la de otros hombres, pero tampoco fue posible, aunque más adelante empezaron a sumarse a través de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género.
María- Esto está totalmente vigente, así es que en el 2001…
Katy- Éramos vanguardia. En muchos casos, estábamos abriendo vías de debate. La mayoría veníamos de una formación anarcosindicalista y una visión feminista consolidada que nos permitía avanzar hacia el «anarcofeminismo», término que ahora está interiorizado pero que, en aquel momento, era muy novedoso; incluso en nuestros cuadernos de debate hay un manifiesto «anarcofeminista» creado por nosotras.
¿Y cómo era las relaciones con otras organizaciones?
Había varios niveles: por un lado, los grupos de mujeres que existían en distintos territorios tenían relación con otros colectivos de sus ciudades y trabajaban con ellas, en especial el 8M y el 25N. También participamos en la marcha de mujeres a Bruselas del 2001.
Además, como anarquistas, tuvimos encuentros con otros sindicatos anarcosindicalistas internacionales en Bruselas, Gotemburgo, etc. Tuvimos también un encuentro con el SAC, sindicato anarquista sueco, y hubo una jornada de formación sobre hablar en público en el que su secretaria general, Hannele Peltonen, que era una mujer estupenda, nos puso un video en el que se dejaba ver claramente cómo, durante las intervenciones, los compañeros recogían las aportaciones de otros compañeros, y las que habían hecho las compañeras pasaban completamente desapercibidas. Lo hicieron muy bien, y contaban que, poniendo en evidencia a los compañeros, habían conseguido que mejorara. En el anarcosindicalismo europeo teníamos un poco a la SAC como el horizonte a seguir, porque es cierto que tenían ya muchas cosas trabajadas; no tenían nada que ver los modales y el ‘estar’ del resto.
Fin de etapa. Las conclusiones. ¿Mereció la pena?
¿Mereció la pena? Toda una cuestión. Yo creo que sí porque, si en aquel momento no hubiera cogido la Secretaría, no hubiese habido muchas mujeres más que lo hubieran podido hacer, y fuimos llevando a cabo un trabajo importante, aunque, como hemos dicho, no se haya consolidado. Luego, a nivel personal, yo acabé un poco quemada; lo pasé muy mal. Y menos mal que en Valladolid tenía compañeras que me recogían y me cuidaban. Pero también es verdad que hay un enriquecimiento personal, aparte de la satisfacción del trabajo hecho.
Maria- Es incuestionable que los cargos queman, pero ¿pensáis que los cargos en las mujeres queman más? ¿Que en el fondo la sensación es que te han dejado jugar con los mayores, pero ‘no cambies las reglas del juego que te volvemos a mandar al recreo’?
Katy. – Me encanta la comparación, porque era un poco eso. Tenías que tratar de ser firme y conseguir cosas, pero con tiento de que no se enfadaran y te relegaran otra vez al patio, y con la sensación de que, a través tuyo, se juzgaba a todas las mujeres.
Emilia -Efectivamente, se pasa mal. Emocionalmente es un enorme desgaste, y has de buscar tus espacios para recuperarte y sanar; pero también es verdad que somos quienes somos porque hemos tenido estas experiencias de las que hemos aprendido y de las que nos hemos enriquecido, y que después hemos tratado de compartir.
¿Qué cambiarías?
– Bueno: hice lo que supe, o lo que supimos, porque está claro que fue un trabajo en equipo. Pero no sé qué cambiaría.
Emilia. – Yo creo que lo que ahora, a toro pasado, diría que podíamos haber mejorado: haber fortalecido y cuidado a los grupos de mujeres; nos los hemos dejado arrebatar. Sigo pensando que hacía falta una Secretaría de la Mujer, pero teníamos que haber mimado más a los grupos de mujeres, porque les han quitado el protagonismo muchas veces, usando las secretarías como unipersonales; no se ha acabado de entender que nuestra voluntad era que los grupos de mujeres estuvieran presentes en todos los niveles, porque pensábamos que se daba por hecho; quizás no lo cuidamos todo lo que debimos y han ido desapareciendo porque eran incómodas.
Katy. – Sí, efectivamente. ¿Cómo vas a trabajar la Secretaría de la Mujer, como si fuera la secretaría de otra cosa, tú sola? Debes tener una red de apoyo y trabajo en las distintas localidades. Si no, tenemos una secretaría burguesa, como nos reprochaban entonces.
En el encuentro de Ruesta de Libertarias del 2018 me produjo mucha tristeza que las secretarías, en aquel momento, no tuvieran en cuenta lo que se decide en los grupos de mujeres, porque contradice lo que nosotras proponíamos; no sé si es por cómo son nombradas.
Emilia-Lo cierto es que, a pesar de ello, continúan existiendo grupos de mujeres, aunque en algún momento haya sido de forma lateral, pero existen, y la esperanza ahora mismo es que se vuelva a retomar el trabajo dentro de la organización.
¿Qué resaltarías como más positivo?
Pues un buen trabajo y un salto hacia adelante en las formas de entendernos dentro del Sindicato. Y, por supuesto, lo más positivo, y de lo que estoy más orgullosa, es de haber colaborado en tejer esa organización horizontal y cariñosa con las que estábamos organizadas de diversas maneras, pero yendo todas a una, donde trabajamos duro durante los cuatro años -e incluso en los cuatro anteriores, mientras todo se fraguaba-, en un ambiente buenísimo, sin fricciones ni broncas , y que, incluso cuando trataban de perturbarnos, teníamos la capacidad de neutralizar, porque estábamos unidas y sabíamos hacia donde queríamos ir y lo que no nos servía. Creo que de ahí deberíamos aprender muchísimo.
Emilia.- Además, creo que nos han dado ,a quienes participamos, herramientas, visiones y maneras de trabajo y de relación que nos han ido sirviendo a lo largo de estos años.
María- A mí me gustaría saber, visto todo el trabajo que habéis hecho, qué ha pasado desde el 2005 con el feminismo dentro de CGT, por un lado; y, por otro, qué ha pasado con la historiografía dentro del sindicato. Llevo mucho menos tiempo militando en este espacio y pretendo aprender de todas las que habéis estado antes. Cuando conocimos a Emilia, yo decía ¡hostia, que hay mujeres! Porque antes era una sensación de que éramos muy pocas, y todas feministas, pero que el feminismo lo habíamos trabajado fuera de la organización.
Y ya, para terminar, ¿qué diríais a las mujeres que hoy están militando en la CGT en el ámbito de la mujer?
Que desde la Secretaría de la Mujer se dé luz y taquígrafos a todas las mujeres feministas de la organización, que estén organizadas como grupos dentro de las secretarías o como Mujeres Libres o Mujeres Libertarias, trabajando en otras secretarías o en sus empresas, para que sus voces y reivindicaciones impregnen cada vez más nuestro “sindi”.
Pienso que nuestro sindicato es más feminista que hace veinte años, igual que lo es la sociedad en la que vivimos, pero creo que también tiene una asignatura pendiente, desde mi punto de vista: ir evolucionando hacia un tipo de sociedad y de masculinidad menos dominadora, más igualitaria, y que dé más importancia a los cuidados, a la vida. Espero que a ello pueda contribuir “un poquitito” todo el trabajo que nosotras llevamos a cabo.
Quizás esta entrevista, además de para recordar a nuestra compañera como primera secretaria de la Mujer en CGT, también nos pueda servir para rescatar un trabajo que -en absoluto- quiere desmerecer el realizado por otras secretarias después, pero sí dejar constancia de que, cuando se trata de mujeres, se oculta en cuanto desaparece de primer plano la persona que lo realiza. Afortunadamente, vivimos en un mundo donde casi todo se encuentra, si se sabe buscar, y aunque muchos textos se hayan perdido, hay otros muchos en los que ha quedado constancia de esto: en la revista “Rojo y Negro”, en internet, en cursos, en actas, etc., donde se habla de un pasado muy reciente y, aun así, desconocido por buena parte de la militancia de este momento, como nos ha ido resaltando María a lo largo de sus intervenciones. Un pasado del que mucho podemos aprender, y del que, afortunadamente, aún tenemos a mujeres como Katy para que nos lo ayuden a recuperar. Porque aún queda mucho camino para que nuestra organización tenga ese rostro de mujer al que ella se refería, porque, como rezaba en el dorso de uno de las octavillas que entonces se editaron:
Nos es grato haber
nacido mujeres
y lo que queremos es vivir
el placer de serlo.
La libertad de pensar,
de decir, de hacer
y de ser lo que
nosotras decidamos.
Incluida la libertad
de equivocarnos.
Este artículo se publicó en el Libre Pensamiento nº 114, verano 2023