Reparación, colonialismo y transición ecosocial

Ondo Ondo Angono. Movimiento panafricanista.

Tras ser uno de los autores intelectuales de la eliminación de varios miles de seres humanos y de desastres naturales y malformaciones durante muchas generaciones en Japón en Fukushima y Nagasaki a finales de la segunda guerra europea, mal llamada mundial, las malas lenguas aseguran que Albert Einstein lamentaba en su lecho de muerte el peor error de su vida: formar parte de la creación de la bomba atómica norteamericana. Unos años antes, el 2 de agosto de 1939, Albert Einstein, conjuntamente con sus compañeros físicos Leo Szilard, Edward Teller y Eugene Wigner le escribía una carta al presidente norteamericano Franklin Roosevelt

En dicha misiva, alertaban al gobierno norteamericano del peligro en cuanto al avance de la bomba nuclear alemana con un nuevo isótopo natural: el uranio. En la misma, los científicos propusieron al gobierno norteamericano tomar las cartas en el asunto y crear su propia bomba para contrarrestar a la alemana y persuadir a sus aliados; de ahí surgió el famoso Proyecto Manhattan.

¿Qué tiene que ver la creación de la bomba atómica norteamericana con la República Democrática del Congo?

Todo.  En la carta dirigida al presidente norteamericano, Einstein mencionaba el lugar donde se encontraba el recurso que se necesitaba para fabricar la bomba atómica, precisamente en la República Democrática del Congo, ya que los alemanes controlaban el escaso uranio existente en Europa. El físico de origen alemán tenía unas excelentes relaciones con la casa real belga de la época, que a su vez era dueña y propietaria particular del hoy país africano (recuerden que todos los países africanos todavía eran colonias antes de conseguir las supuestas independencias en los años 60 del siglo XX).

Es importante recordar al lector que el artículo 62 de la constitución belga de 1885 reconoció al territorio del Congo como propiedad privada del señor Leopoldo II que, posteriormente se la venderá al Estado Belga.

El rey Leopoldo II organizó un genocidio durante más de dos décadas contra la población autóctona congoleña entre finales del siglo XIX y principios del XX, para asegurarse así la extracción de los recursos del país africano, especialmente el caucho, muy demandado en Europa tras el invento de los neumáticos de caucho. En este proceso, más de diez millones de seres humanos fueron asesinados y aterrorizados, incluyendo niños.

¿Qué percibo ante la situación?

Desde una visión panafricanista garveyista de la IV Internacional, exigimos la reparación de la población negra al igual que se hizo con los judíos y, posiblemente se haga con los palestinos en un futuro no lejano. Denunciamos la hipocresía, maldad y mala fe de los autodenominados defensores del medio ambiente apropiándose de un título del pueblo negro e indígena.  Me explico.

Hasta hace poco, el eurocentrismo (que llega hasta nuestros días cuando Josep Borrell define Europa como un jardín frente a la “jungla” del resto del mundo) y el occidentalismo como pilares del capitalismo y EE.UU como su capital, veían y siguen viendo a los negros e indígenas como seres inferiores por vivir en armonía con la naturaleza. Al mismo tiempo, los países capitalistas occidentales les combaten (con saqueos y hurtos de sus bienes y su eliminación física para acaparar sus tierras y recursos) para civilizarlos porque eran y siguen siendo bárbaros. El planeta les pertenece a los capitalistas y pueden hacer de él lo que les plazca: extraer el oro, cortar los árboles, explotar el petróleo, exterminar animales, fauna y flora: en síntesis, controlar y explotar al máximo a la madre naturaleza en vez de convivir con ella como lo llevan haciendo las poblaciones milenarias indígenas africanas.

De la noche a la mañana, los que ayer se reían de la forma de vida de la periferia, hoy se apropian como en todo (cultura, indumentaria, ciencia, gastronomía…), de las batallas de centenares de personas que dieron y siguen dando su vida para proteger las selvas, ríos, mares, fauna y flora por el bien del planeta. Acaparan y plagian el sufrimiento ajeno y lo incorporan en sus ideologías occidentales de moda incapaces de detener el capitalismo salvaje del cual se benefician directa o indirectamente, incluso en su fase más agresiva en la que nos encontramos, en la que se usa al ser humano como mercancía, como una cifra más en los resultados económicos.

El asistencialismo sigue más presente que nunca. Las macro ONGs, Fundaciones y Asociaciones destinados a países africanos y latinos son financiadas por sus estados de origen para detectar y perpetuar las debilidades de estos Estados africano, asegurando su dependencia y su infantilización. Los Estados occidentales como buenos padres y madres del mundo, se sienten a gusto con un sistema caduco a sabiendas que “dar el pez en vez de enseñar a pescar no son lo mismo”. Uno se perpetúa en la dependencia mientras el otro se hace independiente ¿Por qué no existen ONGs que transmitan conocimiento científico, tecnológico o de sanidad en vez de dedicarse a la caridad?

Desde el sofá de sus casas, muchos que se dicen ecologistas te dan lecciones de moral sobre el medio ambiente, pero cambian de teléfonos a menudo, portátiles, tablets, relojes y coches de última generación; te hablan de la contaminación, pero utilizan muy poco el transporte público, insisten en la alimentación sana “vegetarianos-veganos” pero consumen otros tipos de alimentos procesados que venden los supermercados. Una serie de contradicciones incapaces de sostener por estar hasta las cejas en la cultura capitalista incapaz de deshacerse de ella porque se encuentran dentro del sistema beneficiándose de sus saqueos y hurtos.

Ondo Ondo Angono

¿Quién debe asumir la responsabilidad de los costos de transición energética? 

La lucha de clases de Marx es notable en el mundo de la política energética, sobre todo en el occidental y europeo en concreto. Desde que las multinacionales están por encima de los gobiernos y los controlan, es habitual vivir la relación impuesta de las multinacionales reflejada como poder real que se palpa en las sociedades europeas. Un buen ejemplo de esto es el famoso “impuesto al sol” que impedía a la población española crear su propia energía limpia y ser independiente de Iberdrola, Endesa, Gas Natural etc. Los españoles se veían obligados a pagar un impuesto al gobierno español para generar una energía propia y limpia, y de esta manera se les impedía independizarse de las multinacionales energéticas que imponen su poder al gobierno para defender sus intereses.

Esta situación responde a la pregunta de la clase social que ha de asumir la responsabilidad de los costes de la transición energética, puesto que, para las grandes empresas, la responsabilidad ha de recaer siempre en la clase trabajadora. Sin embargo, la clase trabajadora entiende que, para que haya una equidad y protección social de la sociedad occidental, las grandes fortunas tienen la obligación de reparar y paliar sus estragos a través de políticas sociales.

Incluso las sanciones de los gobiernos y la supuesta comunidad internacional que deberían recaer de un modo ejemplar, es tímida, no compensa a la población afectada. Es el caso de las multinacionales como Chevron por Ecuador en la zona del Amazonas en 2011, Exxon Mobil en 2021 en Países Bajos, Shell en 2008-2009 en Nigeria, o Apple, Samsung Electronics Co y Sony Corporation por sus estragos en la República Democrática del Congo desde hace más de dos décadas.

¿Y el colapso energético?

Como es de esperar en cualquier sociedad en cuanto a la diversidad de opiniones y posiciones políticas, la idea de colapso energético se valora de forma distinta dependiendo de los intereses de cada clase social afectada.

Para los ecologistas, la escasez de los recursos por su agotamiento e insostenibilidad, así como el impacto ambiental negativo del ecosistema, es un problema profundo para la supervivencia del ser humano.

Sin embargo, las diversas apuestas políticas por sus diversos colores políticos plantean distintas visiones y soluciones según sus principios. Algunos apuestan por las innovaciones tecnológicas como solución a la escasez de recursos y un desarrollo más sostenible de energía, o también una transición planificada y ordenada capaz de beber de las energías renovables de un modo gradual para evitar el colapso energético.

Y para concluir

La complejidad ante la realidad de los hechos implica a menudo unos compromisos que pueden llegar a alterar los intereses y valores defendidos, y lograr así enfoques integrales que consideren la equidad social, la sostenibilidad ambiental y la viabilidad económica.

Es imposible ser el problema y a la vez la solución. La falta de alternativa económica de las diversas opciones políticas occidentales fuera del capitalismo, merma y niega a los occidentales la posibilidad de llevar la iniciativa del conflicto, aunque la batalla interna sea importante.

En África y América Latina mueren o son asesinados a diario los defensores ambientalistas, saben el precio de su lucha y por la hermana naturaleza dan sus vidas.

Respirar aire puro desde la jungla del Amazonas o del Congo no tiene nada que ver con las capitales europeas contaminadas, por eso, el sentimiento no puede ser el mismo. Unos tienen el sentimiento real y los otros creen sentirlo. Unos viven en y de la selva y mueren en y por ella, mientras los otros se imaginan con buena fe y voluntad, pero sufren y mueren por la contaminación de sus multinacionales.

Hasta que occidente no renuncie y destruya desde dentro al sistema esclavista capitalista e inhumano, siempre se encontrarán en situaciones contradictorias con sus principios por carecer de recursos alternativos y, aceptarán con una sonrisa en la cara la realidad existente porque no se plantean vivir sin WiFi, internet, WhatsApp, Tik Tok, Facebook, Instagram, sin mirar la televisión, comer una hamburguesa con patatas fritas. Sin plantearse una vida distinta no es posible torcerle el brazo a estos que se están cargando al planeta.