El poema es la poesía

Silvia Agüero. Asociación Pretendemos Gitanizar el Mundo.

La Policía es antigitana

Hay un viejo chiste antigitano que se mofa de la forma de hablar de las personas gitanas al cual vamos a darle una vueltecita para resignificarlo y apropiárnoslo para que nos dé pie para comenzar estas reflexiones: un día entre los días, una asistente social acompañaba a la Policía a desalojar a una familia gitana y cuando llegaba a la casa vió a una pequeña que desconsoladamente gemía diciendo «el poema es la poesía». Impresionada por aquella lírica expresión, se conmovió, sacó un clínex y fue a limpiarle los moquitos a la pequeña que seguía diciendo «el poema es la poesía» mientras trataba de calmarla «¡Qué bonito! El poema es la poesía ¿Lo has aprendido en el cole?». Sorprendida, la chavorrilla miró de arriba abajo a la asistenta y, con una voz resuelta, le dijo «No, señorita, no, me lo ha enseñao mi mama: el problema es la Policía» .

Con menos lírica, he de decir que las gitanas crecemos con el miedo a los jambos, los chuqueles, la plastañí y los jundunares[1]. Nuestras madres y abuelas nos advierten de lo peligrosos que son; nos recuerdan los múltiples episodios de acoso, de persecución, de represión que han vivido: llegaban los jundunares y pegaban una patada a la olla ¡con el hambre que tenían! Se llevaban a las mujeres y a los hombres. Ellos volvían doloridos, amoratados por la paliza recibida. Ellas volvían también golpeadas, magulladas y rapadas ¡Sí, cortar a rape el pelo era la crueldad específica que gastaban contra las gitanas! ¡Malditos sean! Cuando nos juntamos hablamos de lo que pasa en nuestros barrios: del Jairo, el sobrino de la Sheyla, que el otro día l’ha diñao un curripén la plastañí[2]; de mi prima Samara que estiñela estardí sin haber querao chi[3]; del susto que le dieron los jambos el otro día a la Tía Juana cuando entraron por equivocación en su piso a buscar beda[4]

El problema es la Policía.

Sí, la Policía misma es el problema. Esta moderna institución fue creada por medio de una Real Cédula el 13 de enero de 1824 en cuyo preámbulo el Rey Fernando VII ‒uno de los más abyectos‒ explicaba con toda claridad las razones por las que se creaba: «[debe] indicarme los medios para reprimir el espíritu de sedición, de estirpar los elementos de discordia, y de desobstruir todos los manantiales de prosperidad». O sea, para su propio beneficio, para perpetuarse en el poder absoluto, para que no pudiera haber ninguna alternativa, para beneficiar al naciente sistema capitalista reprimiendo a quienes pudieran plantear cualquier posible cambio.

Si no te queda claro, nada más tienes que ver las atribuciones privativas, es decir, las funciones de la Policía que dicha Real Cédula establecia (art. 13). Entre otras: controlar a la población mediante la formaciones de padrones espresando edad, sexo, estado, profesion y naturaleza de todos los individuos (sic); controlar las actividades económicas ejercidas en la calle: venta ambulante, cantarines, saltimbanquis, portadores de linternas mágicas, titiriteros, volatines, conductores de osas o monas (sic) ‒ todas estas profesiones son mencionadas explícitamente y, como puede verse, eran oficios ejercidos tradicionalmente por personas gitanas‒; expedir licencias para los lugares de ocio del pueblo, es decir, de la incipiente clase obrera para poder tener controlados dichos establecimientos. En el artículo 14 se añaden otras funciones que, aunque no le son privativas a la Policía, ésta desempeñará y aquí, en el apartado 6, se menciona explícitamente la recogida (encarcelamiento, por si piensas que los recogían para otra cosa) de los gitanos sin domicilio. O sea, que la Policía nació antigitana. Sí, sí, incluso antes de la creación de la Guardia Civil, la Policía tenía encomendada la recogida de gitanos.

Y usted puede decirme, bueno, bueno Silvia, eso era antes, ahora, la Policía es constitucional a lo que con gusto yo le contestaría, sí, sí, constitucional y todo lo que usted quiera pero resulta que las instituciones las conformas las personas y mire lo que dice públicamente y sin recato Félix Ruiz, Secretario Regional de Confederación Española de Policía,CEP, en Castilla y León, representante, por tanto, del personal: «el primer grupo que históricamente se ha visto discriminado racialmente han sido los gitanos, pero no hemos tenido demasiada problemática con ellos en lo que se refiere a enfrentamientos directos. Puede que no cumplan las normativas ni paguen las multas, pero no hay un trasfondo de racismo o xenofobia».  ¡No ni na’, Don Félix! ¡Hay que ver lo que les gusta a los racistas negar que lo son! Por si alguien creyera que estas son las opiniones de este individuo, debo decir que nadie de ese sindicato le ha recriminado por ellas y, dado que es el portavoz, tendremos que asumir que ese pensamiento racista antigitano representa el ideario de la CEP, que, por cierto, es la segunda fuerza sindical de la Policía y cuenta con 25.000 ‒es decir, con más de la tercera parte de los 73.000 policías nacionales que existen actualmente‒. Por otra parte, estas declaraciones siguen estando impunes, es decir, jamás la Fiscalía ha actuado contra este tipo.

La Policía es racista

Y lo demuesta con sus actuaciones. Ser parada, identificada, registrada por la policía forma parte de la vida cotidiana de las personas racializadas. Los controles policiales basados en el perfil étnico son aquellos en que los agentes paran, interrogan y cachean a una persona en función de su aspecto  y no por algo que haya hecho. Son una práctica muy extendida. A pesar de que el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD) de la ONU[5] ha instado en diversas ocasiones al Estado español a tomar las medidas necesarias para poner fin de manera definitiva a los controles de identidad basados en perfiles raciales y étnicos y ha recomendado que estas conductas sean debidamente investigadas y sancionadas adecuadamente esta mala praxis policial continúa y así lo ha evidenciado un reciente informe de Rights International Spain[6].

Y esto ocurre todos los días, a cualquier hora y con cualquier excusa. Especialmente en los guetos en los cuales vivimos. Lo hacen para que el miedo nos mantenga dentro del gueto. Además, cualquiera de estas actuaciones (parada, identificación, interrogatorio, cacheo) puede derivar con toda facilidad en una agresión, en una paliza o en una muerte. Lo he visto miles de veces: unos chavales con su guitarra en el parque y, zas, la poli; contra el coche, cacheados, violentados… bájate los pantalones para registrarte… una mínima expresión de resistencia y les llueven los porrazos, los puñetazos, las patadas. No sirve de nada protestar: si una persona adulta se acerca a interesarse por el caso, para tratar de parar la paliza, recibirá, como mínimo toda clase de amenazas y, si insiste, será apalizada brutalmente. Pueden verlo, si ustedes quieren, en el impresionante documental El amor y la ira, cartografía del acoso antigitano[7] realizado por José Heredia Moreno en 2015 ¿Y la protesta organizada? Pues tampoco sirve de nada: cuando las activistas gitanas hemos ido a reclamar ante la comisaría nos hemos visto solas, sin ningún apoyo de ningún movimiento ciudadano ¿Y si denuncias? Pues tampoco. Ahí está el caso de Daniel Jiménez, muerto en circunstancias nunca aclaradas mientras estaba bajo custodia policial en la Comisaría de Algeciras. Archivado. Así es, la justicia también es antigitana, pero de eso tocará escribir otro día. 

Abolir la Policía

En el debate social suscitado a partir de la difusión de las imágenes del asesinato de George Floyd a manos de unos maderos de Mineápolis (EE.UU) surgió la propuesta, con diferentes matices, de que para librarnos de la represión del Estado debemos librarnos de la Policía.

En este debate hay quienes están por la abolición de los departamentos policiales empleando el presupuesto que se liberaría en mejorar las políticas educativas, sociales, de vivienda y de salud.

Desde luego, lo que no se vale es intentar reformar este cuerpo. Por mucho que le hayan cambiado el uniforme, sigue siendo una institución represora y ejecutora del monopolio legal de la violencia estatal. Sí, sí, los y las agentes de policía pueden legalmente pegarte un palizón o asesinarte impunemente. No me cabe la menor duda de que ese uso privilegiado de la violencia es el mayor aliciente para que alguien decida formar parte de la Policía. De manera que son cuerpos repletos de gente que considera la violencia como herramienta eficaz en su trabajo y la usa a discreción.

Aunque de vez en cuando se descubra, aquí o en cualquier otra parte, una trama de polis nazis o corruptos no se trata de casos puntuales, sino que la propia institución policial incorpora el elemento violento como algo sustancial. Y eso no se remedia con reformas ni con mayor formación para los agentes. No.

La policía es una institución capitalista y cumple con las funciones que el capitalismo necesita. Así que ya se encargan los poderes capitalistas de irla remozando y maquillando para que parezca que es como cualquiera de las otras instituciones, como la sanidad o la educación, y no, no lo es: tiene el monopolio del ejercicio de la violencia, no lo olvidemos, y utilizan esta prerrogativa para disciplinar y castigar aquellos cuerpos que, en su visión, pueden alterar el orden capitalista.

Así que, sí, creo que la única forma de acabar con la violencia, con la brutalidad de la Policía es abolir la Policía misma y no andarnos con cataplasmas y reformas que solo sirven para reforzar a estas instituciones capitalistas.

Este artículo se publicó en el Libre Pensamiento nº 114, verano 2023


[1]Todas ellas son formas de nombrar en caló a la policía

[2]Le ha dado una paliza la policía, en caló

[3]Que está detenida siendo inocente, en caló

[4]Droga, en caló

[5]https://tandis.odihr.pl/bitstream/20.500.12389/20962/1/06537spa.pdf

[6]https://rightsinternationalspain.org/wp-content/uploads/2022/03/BAJO-SOSPECHA-.pdf

[7]https://www.youtube.com/watch?v=jsWcYE3De0A