Arantza Alfaro, militante del Sindicato de Administración Pública de Alicante de CGT.
Empleo y actividad sindical
Trabajo en el Ayuntamiento de Alacant/Alicante como Auxiliar Administrativo, en el Departamento de Relaciones con el Contribuyente. Cuando llegué a este puesto, me pareció de lo peor, pues tenía que cobrar a la ciudadanía por impuestos y tasas que muchas veces veía absolutamente injustas, como, por ejemplo, cobrar a personas que habían perdido su vivienda habitual por impagos y, aun así, el Ayuntamiento les reclamaba el impuesto de plusvalía por transmisión de inmuebles. De locos.
Al poco tiempo, me di cuenta de que a mi departamento acudían personas que necesitaban que alguien les explicara cómo fraccionar algún impuesto, que les ayudara a realizar trámites, como herencias; personas que no disponían de dinero para ir a una notaría y “arreglar” la transmisión de su vivienda habitual como única propiedad. En ese momento, este trabajo que consideraba negativo se convertía en una maravillosa forma de poder ayudar a la gente, de dar alternativas a los gravosos procedimientos habituales, que son acudir a una notaría o asesoría, cuando a la ciudadanía se le obliga a realizar trámites para los que se no tiene suficiente información.
Junto a otra compañera de CGT, que trabaja en el departamento de recaudación de la Generalitat Valenciana, hemos hecho un tándem para ayudar a la gente con estos problemas: primero ayudo yo en la parte local y, luego, derivo a la compañera la parte autonómica. Me siento absolutamente satisfecha de casos muy especiales que hemos ayudado a resolver, pero la situación a veces sigue sorprendiéndome, y queda mucho por hacer.
En cuanto a mi actividad sindical, no soy representante electa y, en el 2023, la sección sindical de la CGT en el Ayuntamiento se presentará por primera vez a las elecciones, donde esperamos tener buena acogida.
En mi centro trabajo, mi actividad sindical consiste en contestar las consultas de las personas afiliadas y como secretaria general de la Federación de Trabajadores/as de la Administración Pública (FETAP), mi trabajo es muy diverso: reuniones, consultas telefónicas y por correo, participar en plenarias…
Trayectoria asociativa anterior a la CGT
Antes de llegar a la CGT, no tenía experiencia en el sindicalismo, pero siempre he sido afín a su ideología. He estado afiliada a sindicatos de forma intermitente, cuando me lo permitía mi economía. Muchas veces tenía que contar hasta los últimos céntimos que entraban de mi sueldo, y en demasiadas ocasiones no me podía permitir afiliarme para luchar ante muchas de las dificultades que me he encontrado en mi vida laboral. Seguro que al leer esto, más de una persona me entenderá (desgraciadamente).
Mi vida laboral antes de entrar en la Administración Pública era de horas interminables de trabajo, de doblar turnos, de silencios por miedo a perder empleos con condiciones que rozaban la esclavitud, pero con los que pude sacar adelante a mi familia «monomarental», sin ayuda alguna de la figura del padre.
A pesar de todo, he intentado siempre estar muy en contacto con mi vecindario, compartir vida, y soy una gran defensora de las cooperativas, de la vida social y participativa.
Recuerdo una época en la que sí que tuve mucho más contacto con diversas asociaciones, y quizá desde entonces, aún sin saberlo, nació el deseo en mí de devolver parte de lo recibido.
Me explico: hubo un tiempo en mi vida en que entré a formar parte de un numeroso grupo de mujeres víctimas de violencia de género, y en esas circunstancias comienza todo un periplo de asociaciones, grupos de ayuda, horas compartidas con diferentes grupos, personas, entes, que aún hoy no soy capaz de separar. Cuando estas situaciones traumáticas aparecen en tu vida y tienes además obligaciones familiares, aunque se necesitan asociaciones, agrupaciones, y demás organismos, no es fácil participar. No tienes claro si ir a una asociación de bordadoras puede tener sentido, porque tú estás rota, y tan solo necesitas saber dónde dormirás y si tendrás para comer y para dar de comer a tus hijos.
Incluso llegué a pedir ayuda a los sindicatos: ¡Claro! Mientras los vas pagando y no los necesitas, no tienes claro para lo que sirven (siempre que no participes de forma activa) y, cuando más necesidad de apoyo tuve, lo que necesitaba no tenía nada que ver con los sindicatos.
Esta vivencia me llevó a pensar que un sindicato debía estar para mucho más que para poner una demanda contra la empresa o para consultar si me correspondía un turno u otro, teniendo en cuenta además que en mi caso nunca se cumplían los turnos y la jornada diaria de trabajo se duplicaba. Acabé pensando que los sindicatos no servían para nada.
Creo firmemente que cuantas más necesidades tiene una persona en el mundo laboral, más innecesario considera a los sindicatos. Es un poco paradójico, pero la actividad sindical mayoritaria en España dista mucho de lo que yo creo que debería ser un sindicato.
Afiliación a la CGT
En la CGT llevo unos 8 años. Me afilié a CGT porque sentía la necesidad de cambiar algo en la Administración en la que trabajaba, pero también porque era un momento en el que tenía la necesidad de “devolver” parte de lo recibido en mi camino personal.
Afiliarme a un sindicato era algo que tenía claro de toda la vida y, al ingresar en la Administración Pública y ver las opciones que tenía, me tuve que afiliar a un sindicato de los existentes.
Nunca me había planteado realizar lucha sindical alguna, porque en mis empleos anteriores en la hostelería, las largas jornadas me dejaban sin tiempo para nada más. Pero de repente me di cuenta de que se unían varias cosas:
– Trabajaba en la Administración Pública, se cumplía la jornada legal y por tanto tenía tiempo libre.
– Ya no tenía miedo de luchar ante ciertas injusticias.
– Podía dejar que mi ideología aflorara, sin pensar primero en tener suficiente dinero para alimentar a mis hijos.
Y todo eso me llevó a buscar qué opciones sindicales tenía en Alicante, y así contacté con la CGT, y me animé a afiliarme para participar activamente e intentar que en el Ayuntamiento de Alicante pudiera crearse por primera vez una sección sindical de la CGT, que era un viejo sueño de varios compañeros y compañeras de Alicante.
Mis impresiones tras unos años en el sindicato. Las expectativas y la realidad.
Es muy difícil que algo sea todo lo que una espera. Todo tiene sus luces y sus sombras, pero en su conjunto, la CGT sí es lo que esperaba. Creo en las decisiones asamblearias, siento que no estoy “manejada” por nadie, siento que tengo una libertad que me anima a participar.
El tiempo que llevo es poco para tener prejuicios en contra y el suficiente para empezar a conocer algunos entresijos. He visto que en este sindicato la gran mayoría de las compañeras y compañeros tienen unos ideales afines, y trabajan muchísimo en base a ellos, y valoro muchísimo la cantidad de tiempo que de forma altruista compartimos en CGT. Esta dedicación tan grande genera una gran satisfacción, sobre todo cuando compruebas que progresando por el camino que nos hemos marcado, a veces con pasos grandes, a veces con pasos pequeños.
La parte que tenemos que mejorar es al mismo tiempo lo mejor que tenemos en la CGT: la asamblea. Muchas veces, por tomar decisiones asamblearias, no tenemos cauces ágiles para tomar decisiones.
También creo que tenemos mucho que mejorar en acción sindical. Los sindicatos llevamos demasiados años mostrando a la ciudadanía una actividad sindical muy desviada, y nosotros debemos ponernos las pilas y mostrar nuestra forma de hacer sindicalismo desde el ejemplo, y deberíamos ser más sociales, más accesibles y cooperativos con todas las acciones, agrupaciones, asociaciones, etc. que tengan que ver con la justicia social.
Tras unos años de militancia en CGT tengo ilusión y siento la fuerza de cada persona que he conocido. La unión es mucho más que la suma de un número de personas, ya que compartir ideología y principios multiplica los efectos.
Sindicalismo y feminismo
Considero absolutamente importante que el sindicalismo continúe incorporando reivindicaciones feministas, ya que no puede haber un sindicalismo discriminatorio, y la sociedad machista lo es, por lo que un sindicalismo, hoy por hoy, debe ser feminista, partiendo de que el feminismo es necesario en tanto que la balanza sigue estando desequilibrada, y para propiciar el equilibrio necesario hay que hacer fuerza en la parte de la balanza más débil o, de lo contrario, no habrá opción alguna de igualdad y de no discriminación.
Particularmente, aunque queda trabajo por hacer, me siento parte de un sindicato en el que las reivindicaciones feministas son apoyadas y valoradas, en general, y me voy a quedar con eso. El sindicato hoy es un reflejo de la sociedad, pero, en cuanto a la defensa y lucha feminista, creo que vamos por delante, y eso me enorgullece y me anima a la participación.
La sociedad está dividida en binomios público/privado, hombre/mujer y no es fácil pertenecer a la parte discriminada e ignorada, y sobre la que se ha ejercido el poder incluso con violencia, ya que exige mucho más esfuerzo demostrar… ¿el qué? No es justo que las mujeres tengamos que demostrar y recordar constantemente que tenemos derecho a vivir con dignidad, a no ser parte de esa forma patriarcal de silenciarnos al dejarnos en casa. Queremos decidir como personas que somos. Queremos que se nos oiga y ser visibles como parte de la sociedad, no como una mitad diferente.
Le necesidad de militar en el sindicato
Ahora participo en algunas asociaciones, como una despensa solidaria comunitaria, siempre de colectivos desfavorecidos. Colaboro como Trabajadora social voluntaria con personas sordociegas, pues también soy intérprete en lengua de signos.
También me gustaría pensar en futuras generaciones, y no solo en si son hijos e hijas de mis hijos e hijas, sino generaciones que van a pasar por este mundo tras nuestra existencia, y el derecho que tendrán de continuar un camino iniciado por muchas personas antes que nosotras, y que tenemos el deber de continuar luchando por la justicia social y laboral, que no es más que justicia colectiva, es decir, justicia para todas las personas.
[Este artículo se publicó en el Libre Pensamiento número 112 de otoño de 2022]