Alberto Martínez. Sindicato de Inquilinas de Madrid.
Lo sabemos y lo sentimos todas. Vivimos una crisis sistémica y multidimensional que hunde sus raíces en la explotación del ser humano y de la naturaleza, poniendo en peligro tanto la supervivencia del planeta como la dignidad de nuestra propia existencia. En el último año, en un escenario de guerra y crisis energética en Europa, hemos sufrido un ataque brutal a nuestras condiciones de vida. Acercarnos al supermercado nos supone cada semana un suplicio por la subida de los precios, mientras las grandes corporaciones y bancos se reparten beneficios récord a nuestra costa. Por desgracia, este no es un proceso coyuntural, sino que sigue profundizando una brecha que dejará fuera de juego a la gran mayoría de las clases populares. Quieren que volvamos a pagar su crisis, cueste lo que cueste.
No obstante, el contexto no nos puede paralizar, sino que nos arma de razones para persistir. Gracias a la lucha y la organización sindical, las trabajadoras de Inditex lograron el pasado febrero una victoria histórica contra el gigante de Amancio Ortega, con un aumento salarial del 25%. Desde hace más de un año, 300 inquilinas del fondo buitre Blackstone, el mayor propietario de vivienda de España y del mundo, están desobedeciendo las subidas de alquiler de hasta un 70% impuestas por este fondo norteamericano, permaneciendo en sus casas y pagando el mismo alquiler.
Aunque no nos faltan ejemplos de cómo enfrentar la crisis, nuestra fuerza es todavía demasiado pequeña como para proyectar una alternativa desde abajo. Aun así, estamos convencidas de que el ciclo político que se ha abierto, dejando atrás cualquier tipo de ilusión por la política institucional, será el del sindicalismo. Con este artículo queremos trasladar algunas de las ideas que han surgido desde el Sindicato de Inquilinas de Madrid sobre cómo profundizar la lucha en los próximos años.
Hacia un sindicalismo de masas en torno a la vivienda. Surgimiento y desarrollo de los Sindicatos de Inquilinas.
Si en 2008 el milagro español saltó por los aires generando una gran crisis hipotecaria a la que se enfrentó con éxito la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH), en 2013 las condiciones de acceso a la vivienda cambiaron y se empezó a cocinar la burbuja del alquiler. Esto no ocurrió por arte de magia, sino que fue el propio Estado el que colocó una alfombra roja para que España continuase siendo el paraíso de la especulación. De esta forma, comenzó a forjarse un nuevo ciclo inmobiliario en el que la explotación a través del alquiler sería una de las fuentes principales de la “recuperación de la economía”. Así comenzaron a popularizarse las subidas abusivas de los alquileres, los desahucios invisibles y los mil y un abusos a los que nos enfrentamos cada día las que no tenemos propiedades.
Para frenar este proceso de pérdida de derechos y empobrecimiento de aquellas que no tenemos control sobre nuestras viviendas, en mayo de 2017 empezamos a organizarnos y nacieron el Sindicat de Llogateres de Barcelona y el Sindicato de Inquilinas de Madrid de forma coordinada. Desde el principio, apostamos por el uso de nuevas estrategias sindicales, como “Nos Quedamos”, orientadas a generar y organizar conflictos de un mismo casero y los “Bloques en Lucha”, centradas en alcanzar negociaciones colectivas. La decisión de ser un sindicato no fue en vano: queremos ser una organización estable en el tiempo y con recursos propios que actúe como herramienta para la autoorganización de las inquilinas y la mejora de nuestras condiciones de vida.
El balance de los últimos seis años es muy positivo. Hemos conseguido ser más de cinco mil afiliadas en todo el Estado, organizar un gran número de conflictos, acumular victorias frente a grandes y pequeños caseros, tener una gran presencia mediática, arrancar cambios legislativos y, sobre todo, acumular muchos aprendizajes para mejorar nuestra organización en el día a día. Por eso mismo, en octubre de 2022, desde el Sindicato de Inquilinas de Madrid entramos en una nueva fase organizativa dispuestas a profundizar en nuestra lucha sindical.
En primer lugar, apostamos por ampliar el sujeto de la lucha por la vivienda. Hasta ahora, hemos sido referentes en afrontar algunos de los problemas más graves, como las subidas del alquiler que se transforman en desahucios, habitualmente de mano de grandes propietarios y fondos buitres. Ahora queremos ir más allá, potenciando y politizando todos los malestares que sufrimos en torno a la vivienda, ampliando miras para incluir a personas jóvenes y migrantes, que sufrimos las mayores trabas para acceder a una vivienda. Somos conscientes de que ser inquilina es un conflicto en sí mismo; lo que nos hace vulnerables es precisamente no tener control sobre nuestra vivienda, lo que nos empuja a la inestabilidad, la inseguridad y los abusos por parte de los rentistas. Al fin y al cabo, el problema es que la vivienda sea una mercancía más que comprar y vender y no un derecho garantizado de forma universal y gratuita.
Para comenzar a hacerlo posible, a organizarlo, creemos que es necesario dar un paso adelante, salir de la etapa marcada por la resistencia ante los ataques de los caseros y pasar a la ofensiva para mejorar nuestras condiciones de vida. Para ello, hemos desarrollado herramientas como las Brigadas Inquilinas con la premisa “¿quieres que baje tu alquiler?” Ya no esperamos a que alguien con un problema grave de vivienda se acerque al sindicato, sino que es el propio sindicato el que busca y potencia de forma proactiva los diferentes conflictos que sufrimos todas las inquilinas por el hecho de serlo. Esta estrategia ya está dando sus frutos, tal y como hemos visto con la victoria de tres bloques que han recuperado 25.000€ en subidas ilegales frente a su casera, una familia rentista. Donde antes había un problema menor al que nadie hacía frente, ahora hay tres bloques organizados utilizando el sindicalismo como su mejor arma. En todo este proceso, le estamos dando una importancia fundamental a la formación, que es práctica y teórica al mismo tiempo, de todas las afiliadas porque esa es la única opción para que el sindicato se convierta en una verdadera escuela de lucha.
En segundo lugar, apostamos por profundizar nuestras reivindicaciones. Desde nuestro nacimiento, establecimos diez demandas que guiaron nuestra acción sindical, con la regulación del precio de los alquileres como epicentro. Seis años después, hemos logrado que una amplia mayoría de la población apoye la regulación, y que ésta se contemple en la nueva ley de vivienda estatal, aunque al dejar su aplicación a la voluntad de cada Comunidad Autónoma, el Gobierno ha conseguido hacer una ley no solo insuficiente sino inaplicable en la mayor parte del territorio. Si partimos de la base de que el problema no es simplemente la burbuja del alquiler sino un sistema que mercantiliza la vivienda y expulsa cada vez a mayores capas de la población para beneficio de una minoría, la regulación de precios debe entenderse como una desmercantilización parcial de la vivienda en el camino de acabar con el rentismo, haciendo que las casas estén cada vez más al servicio de las que las habitamos. Además, necesitamos ser capaces de imaginar y construir un modelo de vivienda que vaya más allá de las consignas y muestre las verdaderas potencias de socializar los medios de reproducción.
Por último, para llevar a la práctica estas reflexiones y que no se queden en buenas intenciones, desde el Sindicato de Inquilinas hemos tratado de adaptar algunas de las herramientas del sindicalismo revolucionario y de base a la lucha por la vivienda. Esto supone un modelo centrado en la organización allí donde nace el conflicto -en la empresa, en el bloque- y no tanto en la movilización de un reducido núcleo de activistas ultrapolitizados -en su asamblea-. Es aquí donde cobra sentido la organización por propietarios mediante secciones sindicales, con delegados de bloque que reciben acompañamiento por parte del resto del sindicato. Asimismo, creemos que es fundamental dotarnos de una estructura estable e independiente para llevar a cabo esta lucha. Para ello, consideramos prioritaria la afiliación, pero también que todas las afiliadas -con más o menos tiempo disponible, con más o menos experiencia previa- participemos en el sindicato. Una vez más: formación, distribución de tareas y discusión política colectiva para evitar caer en las lógicas de la inmediatez y en la autor referencialidad.
Por una estrategia sindicalista para el siglo XXI
Aunque la vivienda constituye uno de los ejes fundamentales para comprender el creciente empobrecimiento de las clases populares, no es ni por asomo el único factor. Como decíamos al principio, la crisis es estructural y, para dejar atrás todas las opresiones, nuestra respuesta debe ser colectiva y compartida por muchas más organizaciones y movimientos. Desde el Sindicato de Inquilinas somos conscientes de que, aunque quisiéramos, no es posible desmercantilizar la vivienda sin acabar con todo el sistema de dominación. Por ello, una de nuestras prioridades es comenzar a construir las bases de una alianza social y sindical que proponga alternativas esperanzadoras desde un sindicalismo transfeminista, antirracista y ecologista.
En este sentido, la alianza con el sindicalismo laboral en general y con el anarcosindicalismo en particular nos parece fundamental. No solamente porque la explotación laboral y la explotación por la extracción de rentas sean dos caras de la misma moneda (¿de qué nos sirve que nos suban el salario si sube más el alquiler?) sino porque creemos que compartimos formas de hacer política. El sindicalismo es hoy nuestra mejor herramienta para avanzar hacia un horizonte revolucionario sin representaciones, sin mediaciones. Porque cada sindicato, aunque empiece siendo un arma económica de defensa, termina siendo una agrupación política de los postulados de la libertad, tal y como defendía Salvador Seguí.
Para que esta nueva alianza prospere, creemos que tiene que discurrir por caminos diferentes a lo que se ha intentado en las últimas décadas. En primer lugar, debemos superar las fórmulas que han tratado de unir a todos los colectivos y organizaciones existentes bajo coordinadoras que acaban muriendo al poco tiempo. Este tipo de espacios, aunque necesarios ante la ausencia de otros, son insuficientes al no ser capaces de producir más que movilizaciones conjuntas en las que, en muchas ocasiones, no nos vemos reflejadas ni siquiera las militantes de cada organización. Para organizar a largo plazo en vez de en movilizar en el corto, tenemos que construir pacientemente nuestras alianzas desde la base y dejar atrás las declaraciones de intenciones que no permean en la práctica diaria de nuestras organizaciones.
La tarea de federar nuestras luchas será a largo plazo y la mejor forma de comenzar es generando infraestructuras compartidas que nos permitan ir avanzando con paso firme. Desde ciclos de formación y debate que nos permitan generar un diagnóstico compartido y un proyecto político común hasta centros sociales y ateneos desde los que generar una nueva cultura política propia capaz de politizar todos los aspectos de la vida cotidiana. Más adelante, podríamos continuar pensando en sistemas de doble afiliación, porque si ambas explotaciones son dos caras de la misma moneda debemos afrontarlas de forma conjunta para ampliar nuestra capacidad organizativa, o en la creación de cooperativas que construyan desde hoy una alternativa al mercado capitalista. Este viejo programa del movimiento obrero nos puede servir hoy de inspiración para comenzar el camino porque si no lo hacemos desde las propias luchas, serán otros los que lo hagan por nosotras.
Los sindicatos de inquilinas son hoy una expresión más de la lucha de clases y su proyección, por la magnitud del conflicto, es cada día mayor. Hace 100 años las organizaciones inquilinas nacieron en el seno del movimiento obrero, tal y como ocurrió con la huelga de alquileres de Barcelona de 1931, animada por el Sindicato de la Construcción de la CNT. Nuestra tarea hoy es ser capaces de poner las bases de una gran confederación capaz de construir el mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones.
Este artículo se publicó en el Libre Pensamiento nº 115, otoño 2023