Raquel Zugasti
En enero de 2023 se cumplieron cinco años del centenario de la revuelta que protagonizaron las faeneras en 1918, y, si bien su historia sigue siendo la misma, ha cambiado la manera en que la miramos. No en vano, en estos cinco años, las vivencias compartidas como sociedad nos acercan, ahora más que nunca, a estas obreras de la industria agrícola tradicional, pues el contexto en que se desarrolló la revuelta, salvando las diferencias, presenta numerosas similitudes con la actualidad.
Así, el 9 de enero de 1918, las faeneras malagueñas salieron a las calles a reclamar la bajada de los precios de las subsistencias, entrevistándose con las autoridades locales en un ejercicio de empoderamiento con el que pretendían mejorar sus condiciones de vida y las de sus familias. Aunque fue la subida del precio del pan el empujón que llevó a las mujeres a la lucha, detrás de ello había una grave crisis que no solo afectaba a la capital malagueña, sino que se extendía por todo el país.
Una crisis marcada por el desabastecimiento y el encarecimiento de los productos de primera necesidad en el marco de una guerra europea, la I Guerra Mundial, en la que España se mantuvo neutral. Este hecho favoreció que se produjese un aumento de la demanda exterior, algo que podría haber supuesto una mejora de la economía nacional y que, sin embargo, se tradujo en una subida de los precios de los artículos en perjuicio de las clases obreras, y que reportó grandes beneficios a los empresarios y patronos, que optaron por la búsqueda de un rápido beneficio a través de la especulación, el acaparamiento, la ocultación y la exportación incontrolada de todo tipo de bienes de consumo, donde destaca, además, una crisis energética provocada por los problemas de abastecimiento de carbón y leña, tanto para las industrias como para los hogares y los transportes. Sin olvidar, como telón de fondo, una pandemia de proporciones mundiales, la llamada “gripe española” que tiene su origen en el año 1917 y que se fue extendiendo por Asia, Europa y América, con una importante incidencia en el aumento de la mortalidad, en una situación de falta de higiene, hacinamiento y limitado alcance sanitario de las clases obreras.
Desde el inicio de la guerra, el gobierno de la Restauración trató de atajar el proceso de inflación y desabastecimiento que se preveía, pero dicho gobierno se encontraba en sus últimos estadios, sumido en una profunda crisis, dando claros síntomas de agotamiento y, por ello, su respuesta fue limitada e insuficiente, muy condicionada por las presiones de comerciantes y empresarios.
A lo anterior, se sumaría una pujante conflictividad social favorecida por el afianzamiento de la conciencia de clase entre obreros, campesinos y jornaleros, en un momento en el que convivieron viejas y nuevas formas de lucha social, las cuales pueden verse claramente reflejadas en la cronología de esta revuelta.
De esta manera, la primera parte del conflicto, entre los días 9 a 15, tiene un carácter espontáneo y puramente femenino, donde ellas son protagonistas y dirigentes de la acción. A lo largo de estos días, se suceden las manifestaciones y las reuniones con las autoridades locales, entendidas estas como el alcalde y el gobernador civil de la provincia, a los que exigen que actúen en pro de la bajada de los precios de los artículos de primera necesidad, dada la competencia que les otorga la legislación vigente. Desde un primer momento, con su ocupación del espacio público las faeneras malagueñas consiguen poner a la ciudad de su parte, que rápidamente empatiza con sus reivindicaciones, y a las autoridades a trabajar en negociaciones con comerciantes y empresarios, que permitan establecer unas tasas con las que regular los precios de productos como el pan, el pescado o las patatas, además de poner límites a las exportaciones y presionar a la compañía de ferrocarriles andaluces para que agilice la llegada de las cargas de carbón y leña a la ciudad.
Pero no solo se manifestaron, sino que también usaron otros medios de protesta, como la publicación de un manifiesto donde llamaban a la solidaridad del pueblo de Málaga, y la convocatoria de un mitin que desbordó el local donde se reunieron, unas 8.000 mujeres. 2.000 de ellas lo pudieron seguir desde dentro, pero el resto tuvieron que hacerlo desde la calle.
Sin embargo, la ralentización de los acuerdos, dado los reparos de comerciantes y empresarios a ceder terreno, llevó a las faeneras malagueñas, a las que se habían sumado las obreras de las distintas ramas industriales, las criadas, las costureras, etc., a emprender acciones de mayor contundencia. Así, el día 14, grupos de mujeres acudieron al puerto y a la estación de trenes donde requisaron los alimentos destinados a la exportación, además de los carros para transportarlos al mercado, donde procedieron a venderlos a los precios que consideraban justos, los de antes de la Primera Guerra Mundial, entregando el dinero recaudado a los dueños de las mercancías para, a continuación, volver a manifestarse por las calles de la ciudad. Pero, a la vez que las protestas se vuelven más contundentes, se aprecia un cambio en la actuación de las fuerzas de seguridad: hasta ese momento se habían limitado a vigilar, sin intervenir, pero esa tarde las órdenes emitidas por el gobernador civil cambian y comienzan las cargar contra las manifestantes con el objetivo de disolver las protestas; esta jornada se va a saldar con pequeñas heridas y contusiones que se trataron en las farmacias y casas de socorro del centro de la ciudad.
El día 15 marca un punto de inflexión en el conflicto, a mediodía, en una ciudad que se presenta hostil, con las calles enarenadas y completamente blindada por las fuerzas de seguridad. Las obreras malagueñas en la vanguardia, acompañadas por los obreros desde la retaguardia, se reúnen en el centro de la ciudad. Dos son los objetivos que inspiran esta manifestación: continuar pidiendo la bajada de los precios de las subsistencias y hablar con las autoridades locales para acelerar que se tomen las medidas necesarias, pues, no obstante, los tiempos de la política no son los tiempos del hambre. Cuando las manifestantes llegan al palacio de la Aduana se encuentran con un gobernador que las recibe con reticencias, celebrando una reunión tensa que consigue enrarecer aún más el ambiente que se vive en el exterior, recrudeciendo las protestas, a lo que la guardia civil responde cargando duramente, obligando a los manifestantes a desalojar la plaza de la Aduana, para reagruparse en el Muelle, donde continúan las protestas. Sin embargo, esta vez responden a la violencia de las fuerzas de seguridad con lanzamiento de piedras. Una de ellas va a herir levemente al teniente de la guardia civil al mando, y aquello servirá de excusa para disparar sobre las manifestantes; a partir de aquí, la tarde y la noche de ese 15 de enero se van a convertir en una sucesión de protestas y cargas violentas, con disparos sobre la población, que se van a saldar con cuatro muertos, dos mujeres y dos hombres, y veinte heridos, algunos de ellos por disparo de arma de fuego.
Tras la tragedia, da inicio la segunda parte de este conflicto. La prensa se va a referir a él en clave masculina, produciéndose una progresiva desaparición de las mujeres en la lucha directa para otorgar ese espacio a los hombres, quedando ellas relegadas al papel de cuidadoras, de encargadas de conseguir las subsistencias. Por otra parte, las protestas adquieren un carácter más político y organizado, en forma de huelga de todos los oficios, donde a las reivindicaciones anteriores se suma con fuerza la petición de dimisión o destitución del gobernador civil de la provincia por su fracaso en la gestión de esta crisis. Pero sigue quedando espacio para la espontaneidad de actos como un velatorio improvisado a las puertas del Hospital Militar, donde estaban los cuerpos de las víctimas, al que llegaron a sumarse unas 12.000 personas, con la idea de acompañar los cadáveres hasta el cementerio, algo que no pudo llegar a realizarse, pues el cortejo fúnebre no salió hasta la madrugada, después de comprobar que no quedaba nadie en las calles; o la “pitá” que recorrió los barrios obreros de la ciudad, donde la gente hizo ruido con los instrumentos que tenía a mano, durante más de dos horas, en protesta por la gestión del gobernador civil; o los crespones negros adornando los balcones de la ciudad en señal de duelo y protesta.
Esta segunda parte se va a prolongar desde el día 16 hasta el lunes 21 de enero, cuando los obreros y las obreras vuelven al trabajo, por la dificultad de sostener una huelga en el tiempo en unas circunstancias de hambre y carestías, más cuando se sumaron todos los sectores productivos, paralizando la ciudad por completo. Aunque siguieron usando otros medios para mantener viva la protesta, como mítines, conferencias, manifiestos, etc.
Estos doce días de conflicto van a dejar un balance de cuatro muertos y veinte heridos, además de una relativa bajada de los precios de algunos productos, como el pan, el pescado, las patatas y el aceite, aunque sometidos a dinámicas desestabilizadoras. No será hasta un mes después cuando por fin se establezcan unas tasas que pongan límites más duraderos y efectivos a los precios de los productos de primera necesidad.
Entre tanto, el gobernador civil presenta su dimisión ante el presidente del Gobierno y su Consejo de Ministros. Sin embargo, esta no será aceptada, con lo cual seguirá en su puesto.
Quizá el mayor valor de esta revuelta esté en la ruptura de roles por parte de las obreras. En un momento en que el espacio de la mujer estaba restringido al ámbito de lo privado, hicieron una ocupación del espacio público, tradicionalmente reservado a los hombres. Además fue un momento de empoderamiento, pudiendo demostrar una gran capacidad de organización, de convocatoria, de resistencia y de lucha; e, incluso, fueron un ejemplo y un detonante, reproduciéndose estas revueltas por toda la geografía española, destacando ciudades como Alicante, donde las protestas tuvieron mucha similitud con lo ocurrido en Málaga, manifestaciones multitudinarias de mujeres por las calles, un mitin con una amplia convocatoria, disturbios en los mercados y análoga respuesta de las autoridades locales. El día 19 de enero se produjo una violenta carga de la guardia civil que dejó un balance de tres muertos y seis heridos. en Barcelona, donde se documentan distintas acciones de protesta protagonizadas por mujeres, las cuales, bajo el lema “Abajo los acaparadores, mueran los ladrones. Mujeres a defenderse del hambre para poner remedio al mal”, asaltan las carbonerías, cerradas porque no querían vender al precio de la tasa, invaden tiendas y puestos de mercado, protestando por los precios de los alimentos, denuncian los almacenes de los acaparadores, etc., sin olvidarnos de las manifestaciones que se suceden diariamente en una escalada de combatividad, que desemboca en continuos enfrentamientos con la guardia civil y en la detención de numerosas mujeres lo que, a su vez, favoreció un recrudecimiento de la lucha, con la declaración de huelga desde el día 16, a la que se sumaron más de 26.000 mujeres y unos 1.800 hombres, y el sostenimiento de las manifestaciones y la celebración de diversos mítines multitudinarios, en un ambiente de crispación donde las fuerzas de seguridad actuaron golpeando y disparando a las manifestantes, sin que hubiese que lamentar víctimas mortales, aunque sí numerosas heridas y contusionadas. Con este auge de los disturbios y la escasez de las subsistencias cada vez más acusada, el Gobierno central decide poner fin al conflicto en Barcelona, suspendiendo las garantías constitucionales, pasando el mando de la provincia a la autoridad militar, sacando al ejército a las calles e instaurando la ley marcial.
No fueron las únicas. También se reprodujeron estas protestas en otras ciudades como Madrid, Valencia, Sabadell, Cádiz, La Línea, Granada, Linares, A Coruña, Villarreal, Zumárraga, Alcira, Betanzos, Denia, Onteniente, Tarragona, Llanes o Carballo. Ya sea por las semejanzas o las diferencias que plantean con el caso de Málaga, pero, sobre todo, por la importancia que adquirieron estas revueltas protagonizadas por mujeres, se abre la posibilidad de emprender nuevas líneas de investigación que complementen la actual, con el conocimiento de lo sucedido en otras ciudades. Que, además, nos permitan valorar hasta que punto estas revueltas influyeron en el anarcosindicalismo, en concreto en el Congreso de Sans, celebrado en junio de 1918, donde “se defendió la necesidad de la sindicación de la mujer y de crear en los sindicatos juntas mixtas, donde aquella tuviera la debida representación y, llevada de genuino interés, pudiera defender directamente su emancipación”.
Este texto es un resumen del libro de Raquel Zugasti Villar. “Mujeres en lucha. La revuelta de las faeneras. Málaga, 1918”. Cuadernos de Apoyo Mutuo, nº 11, Ed. Promotora Cultural Malagueña, SL., Ediciones del Genal y Ediciones El Acebuche Libertario. Málaga, 2022.
BIBLIOGRAFÍA
Juan Gómez Casas. Historia del Anarcosindicalismo español. ZYX, Madrid, 1969.
[Este artículo se publicó en el Libre Pensamiento nº 113, Primavera 2023]