Salir de la invisibilidad. Sindicalismo alternativo: recuperar las calles.

Yolanda García Henarejos. Portavoz de la Asociación Las Kellys Benidorm.

Fue en pleno verano, un 16 de agosto del 2016 que un grupo de mujeres trabajadoras de la hostelería, más concretamente camareras de piso decidimos salir a las calles de Benidorm, para denunciar la precariedad y el abuso laboral que venimos sufriendo desde hace años. Algunos ni tan siquiera sabían que existía esa profesión o categoría profesional, éramos simplemente las chicas de la limpieza.

Antecedentes, el entorno

Benidorm es un pueblo volcado en el servicio al turista, donde todo gira alrededor de los hoteles, los empresarios hoteleros, y las cifras de ocupación… pero ¡qué olvido!, invisibilizo a las mujeres que cada mañana salen hacer posible esas cifras millonarias de las que se felicitan cada temporada políticos y empresarios. Un monocultivo empresarial inunda todas las calles de maletas con un trasiego constante de turistas ocupándolo todo. En agosto de 2023 las pernoctaciones en hoteles han superado los 1,3 millones. Estas macro cifras contrastan con la invisibilidad absoluta de las trabajadoras de estos establecimientos:  somos invisibles incluso para el propio turista clientes de los hoteles.

Desde aquel 16 de agosto del 2016 hubo un punto y aparte en la relación entre las miles de mujeres que cada mañana salen a trabajar, cuando aún apenas está amaneciendo, y otros interlocutores de este municipio, como pueden ser las instituciones locales, la patronal hotelera y -por qué no decirlo- desde los sindicatos mayoritarios que hasta ese momento se creían únicos representantes e interlocutores de las trabajadoras.

Algo se estaba cociendo, con una organización que iba venciendo las dificultades y el miedo de muchas mujeres a significarse o a ser vistas como parte de una asociación que señalaba la realidad en las puertas de los hoteles y hacía visibles las malas condiciones laborales de muchas mujeres en el paraíso vacacional. Empezaba a salir a la luz pública la precariedad y el abuso callado durante tantos años, y eran las propias trabajadoras quienes alzaban la voz ante el asombro de turistas, el cabreo de empresarios, y el apoyo de muchas personas que en algún momento han tenido camareras de piso entre sus madres, hijas, tías o abuelas.

Militantes de Las Kellys Benidorm

Organizar lo que parecía imposible

“Si no puedo bailar, no es mi revolución”. Emma Goldman.

Algunas compañeras que empezamos a organizarnos y a contactar con más camareras ya teníamos inquietudes sociales, un bagaje adquirido en distintos movimientos como fueron Las Marchas de la Dignidad o la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. De esta manera pudimos enseñar lo que eran las asambleas a otras compañeras que jamás habían participado de manera activa en ninguna asamblea, ni se habían nunca involucrado en denunciar o ser parte de un movimiento organizado por ellas mismas. Las palabras “organización” y “empoderamiento” se convirtieron en esenciales.  “Organízate si no quieres que te organicen”. Se estaba forjando una forma de hacer sindicato más cercano, más activo y participativo, sin jerarquías, de tú a tú. Parecía una locura, no era un solo centro de trabajo, ni un mismo convenio, ni unas mismas condiciones, ni las mismas circunstancias o situaciones personales. Nuestras asambleas se convirtieron en verdaderas clases sobre convenios… pero también sobre el papel de las mujeres, las inmigrantes, sobre conciliación familiar, sobre enfermedades derivadas del trabajo. Aprendimos a escucharnos y a debatir, a alzar la mano para votar cualquier acción que se decidía. Las asambleas eran la esencia de la Asociación, ahí se tomaban las decisiones sobre cualquier denuncia que nos llegaban por email o en persona. Creamos un grupo para agilizar correos, redes sociales, interponer las denuncias a la inspección o ser portavoces ante los medios informativos, pero siempre todo consensuado.

Conforme iban pasando las semanas, algunas compañeras hablaban con otras, las asambleas que eran mensuales iban creciendo y se intentaba dar solución a todas las situaciones que se planteaban. Algunas venían con cierto recelo, les habían hablado de una asociación de trabajadoras y por redes la cosa estaba calentita, se empezaba hablar claro y todas éramos las protagonistas de la historia.

Aquellas asambleas fueron muy potentes, asistían hasta 90 mujeres simultáneamente y empezamos a poner puntos para avanzar.  No fue fácil al principio, ya que todas querían contar su situación, esas cosas que llevaban años aguantando como trabajadoras y mujeres; había un ambiente de camaradería, no faltaba la indignación ante las historias, pero también había risas y abrazos y canciones que luego se cantaban en las concentraciones.

Había que organizar toda esa indignación acumulada durante años.  

Concentración de las Kellys Benidorm

Las asambleas al final desembocaban en dos líneas de trabajo. Por una parte, la denuncia de la sobrecarga de trabajo, de un trabajo que termina siendo lesivo para la salud, de la falta de valoración que sentimos ante el trabajo que ejercemos, de la subcontratación que empeora aún más las condiciones y el sentirte invisible como si fueras la prolongación de una escoba.

La segunda parte fue como visibilizar la situación, como hacer frente a estas situaciones laborales y sociales desde una perspectiva feminista de clase trabajadora. Con mucho miedo en la mochila a ser despedidas. Éramos madres solteras, inmigrantes, mujeres sin otra salida laboral, acostumbradas la gran mayoría a callar, desconocedoras de que existe un convenio o que en sus puestos de trabajo tenían delegados que debían velar por su salud laboral y por el cumplimiento del convenio y las leyes de prevención de riesgos laborales. Esa fue nuestra gran misión desde la Asociación, informar, leernos los convenios y poner denuncias a la Inspección de Trabajo. Y, por supuesto, hacer lo que llamaron escraches en las puertas de los hoteles que maltrataban a las trabajadoras. Salir de la invisibilidad era importante; hacer partícipe a la sociedad y otros colectivos sociales era necesario para crecer y ser escuchadas en distintos ámbitos.

Alianzas

Colaborar con otras causas y colectivos sociales nos fortaleció como asociación y como mujeres. Tener reuniones y llevar puntos en común con las demás asociaciones de Kellys del estado nos hizo más visibles en las demandas, y aprendíamos unas de otras. Ya éramos una voz que había que escuchar. La asamblea feminista 8M, la Coordinadora Pensionista y la Plataforma de Afectados por las Hipotecas e convirtieron en nuestros aliados sociales y en nuestros apoyos a la hora de las concentraciones. Incluso nos hermanamos con las Aparadoras de Elche, las asociaciones de empleadas de hogar de Valencia, o los estibadores de Valencia que llegaron a venir a una concentración delante de un hotel en Benidorm, fortaleciendo los lazos de las distintas luchas que estaban en la calle. “Quienes solo tiene aspiraciones individuales, jamás entenderá una lucha colectiva”.

Algunas compañeras trabajadoras jamás habían asistido, ni habían oído hablar del 8M como un día reivindicativo de los derechos de las mujeres o del feminismo. Las dos huelgas generales feministas que trabajamos a través del movimiento del 8M nos dieron una perspectiva más amplia de todo lo que aún queda por hacer y de las desigualdades que aun sufrimos las mujeres y sobre todo las trabajadoras de sectores feminizados, las del suelo pegajoso.

Un suelo que el capitalismo necesita para tener sus ganancias, abusando del trabajo de mujeres en clara desventaja debido a la situación social a la que están condenadas, marginación por origen, por estudios, por familias desestructuradas, por violencia de género, por ser familias monomarentales o -como dicen ahora- por código postal.

Participar en las reuniones previas al 8M y vernos aquel día en la manifestación gritando “QUE NO, QUE NO, QUE NO TENEMOS MIEDO “, fue como quitarse de encima años de polvo, dejar aparcada por un momento nuestra realidad y unirnos en una marea lila imparable. El feminismo tiene una gran asignatura pendiente aún y es llegar a cada mujer que aquel día por circunstancias sociales y necesidades no pudo unirse a esa huelga: nosotras lo expusimos muy claro siempre en todas las asambleas que pudimos participar.

Al año siguiente, junto a las compañeras de la plataforma feminista de la Marea Baixa organizamos en Benidorm el 8M, nunca se había visto en Benidorm un 8M de verdad, fuera de lo que desde las propias instituciones locales organizaba el Consejo de la Mujer, algo de lo que no íbamos a participar, pues ese no era nuestro feminismo. Aun recordamos aquellas palabras machistas y clasistas de la entonces secretaria general de la patronal hotelera HOSBEC sobre las camareras de piso, a quienes nos consideraba mujeres que solo llegamos a trabajar en esta profesión por pura necesidad. Eran declaraciones de una mujer que alcanzó el techo de cristal, pero que menosprecia a otras que limpian los cristales de su techo.

Fueron momentos de gran hermandad e implicación colectiva. Como anécdota, hubo personas en nuestra ciudad que empezaron a denominar “Kellysborrokas turismofóbicas” porque afeábamos lo que nos daba de comer, sin ni tan siquiera comprender que estábamos luchando por una forma de entender el turismo de manera distinta, con más calidad y menos aglomeraciones.

Benidorm es una ciudad que en pleno agosto puede llegar a tener más turistas que personas censadas y esto provoca aglomeraciones en la vía pública, ruidos, suciedad, saturación de las urgencias del hospital comarcal que no puede asumir el incremento de población en el verano.

Llegaron las reuniones políticas a nivel autonómico, nacional e incluso europeas. Recuerdo un artículo de Dani Domínguez de La Marea, “Las esclavas del siglo XXI” sobre la propuesta de directiva europea que llevamos al parlamento de Bruselas invitadas por Podemos y el grupo de la Izquierda Unitaria, para terminar con el cáncer laboral que supone estar subcontratada aun siendo la actividad esencial de los hoteles. Allí estuvimos arropadas por camareras de piso, por la CNT Marsella y por el sindicato de limpiadoras de Londres United Voices of the World. La precariedad en sectores feminizados es global y las luchas se entrelazan.

Kellys: una palabra llena de dignidad

Así fuimos avanzando, con pocos medios económicos, con una mínima cuota, con la venta de camisetas, llaveros y una hucha solidaria que se ponía en las asambleas. No daba ni para para tener un lugar propio para reunirnos, y así pedíamos salas en centros sociales de nuestra ciudad, o -mientras estuvo disponible- el propio local de la CGT de Benidorm, para preparar nuestros panfletos y nuestras pancartas, para hacer fotocopias y repartirlas en los hoteles casi a escondidas ya que estaba prohibido hablar de la Asociación las Kellys o de las concentraciones ,o poner algún cartel en el comedor de personal de alguna acción ,pero existían las redes sociales y el boca a boca.

“Tu has venido a trabajar, no a pensar”, “tú no eres una Kelly”, eran algunas de las contestaciones que recibían las compañeras por parte de las gobernantas, que son nuestras jefas de departamento. Ya no éramos cuatro mujeres ni abandonamos al poco tiempo, como pensaba la patronal. “¿Qué quieren estas mujeres, de qué se quejan? Si con sus representantes nos entendemos, si ellas no representan a nadie” Estas fueron las primeras palabras de una patronal con mucho poder político y económico. Pero no fuimos una moda pasajera, somos las que hablamos en público delante de los hoteles con un megáfono, en las plazas, delante de las mutuas de accidentes de trabajo para protestar por como tratan nuestras dolencias. Somos las que nos acompañamos al juzgado, a las mutuas. Somos las que vamos a programas de radio a poner voz a tantas mujeres, las que entrevistan en los periódicos locales y nacionales. Somos las que plantamos cara a políticas que no dan soluciones efectivas a las trabajadoras. Somos las que en plena pandemia participamos de las mesas por la reconstrucción social y económica, sentadas al lado de empresarios y presidentes de la patronal molestos por nuestra presencia. Ellos venían hablar de lo suyo a costa del dinero público y nosotras fuimos hablar de las condiciones laborales después de la pandemia.  Ellos querían volver a la normalidad y nosotras fuimos a exponer la falta de ética y el abuso laboral.Nos miraron como bichos raros fuera de lugar, pero nuestra palabra tenía más verdad que todos sus negocios y sus normalidades. Las que limpian estaban sentadas en su misma mesa, y a pesar de los nervios fue una pequeña victoria, aunque solo fuera moral. La patronal se llevó las subvenciones y las Kellys se quedaron con la sobrecarga laboral

Aún queda mucho camino que recorrer. Las leyes y los convenios no se cumplen, la reforma laboral no ha terminado con la precariedad, con el abuso de contratos a tiempo parcial, con las horas extras sin cobrar. La validación de las empresas externas en nuestro sector no ayuda a terminar con el abuso laboral.  La ministra de Trabajo no fue a por todas, quizás los Clece, Ferrovial, Hotusa y otras aun ejercen su gran poder.

Se olvidó la ministra de aquel acuerdo de gobierno entre Unidas Podemos y PSOE para reformar el artículo del Estatutos de los Trabajadores en el punto 42.1 para que solo se puedan externalizar actividades ajenas a la propia empresa.

Queda una asignatura pendiente y es abrir el movimiento sindical, cuando hablan de las mesas del dialogo social en el gobierno, dejan fuera gran parte de sindicatos y asociaciones que luchan por mejoras laborales, esas mesas están cojas desde hace tiempo.

Alguien dijo que éramos el nuevo sindicalismo , conjuntamente a otras asociaciones en lucha , como son las empleadas de hogar, los repartidores (riders), las jornaleras de Huelva… pero en realidad somos esos y esas trabajadoras que no han tenido más remedio que organizarse y movilizarse ante una sociedad que admite la precariedad como algo normal y que los empresarios han sacado provecho ante la pasividad del sindicalismo clásico que ha perdido la esencia de las asambleas y la participación, dejando fuera al personal subcontratado o a trabajadoras poco informadas. Hay trabajadoras que no saben ni tan siquiera quien es su representante sindical en su empresa o que ven en las listas sindicales a sus jefes y esto genera una desconfianza total y más individualismo a la hora de reclamar derechos .

Las distintas asociaciones de Kellys fuimos capaz de despertar esa conciencia social colectiva en muchas trabajadoras, a pesar de que queda miedo en las mochilas de mujeres que no ven salida, mujeres en cuyos hogares llenar el frigorífico depende de ellas.

Mientras una sola trabajadora deba elegir entre sobrevivir o tener derechos, la organización será necesaria. “Si tocan a una, nos tocan a todas”.

Este artículo se publicó en el Libre Pensamiento nº 116, invierno 2024