Salvador Seguí y Cataluña

Juan Carlos Fernández, Miguel Gómez, Isabel Morandeira y Francisco Romero. Fundación Salvador Seguí.

La Primera Guerra Mundial enrola a los trabajadores bajo las banderas de las diferentes naciones. En estos años, el nacionalismo triunfa en Europa. Las organizaciones obreras se dividen, y en algunas ocasiones pasan a defender los intereses de determinadas burguesías. La aventura colonial en Marruecos también envía periódicamente a los trabajadores españoles a defender bajo la bandera nacional los intereses de la burguesía.

La posición de Salvador Seguí ante el hecho nacional catalán ha supuesto ríos de tinta, en un intento de apropiación del personaje y manipulación de sus opiniones. Tanto el nacionalismo como el independentismo han intentado unir el nombre de Seguí a sus planteamientos y objetivos políticos en diversas ocasiones, y han tratado de vehiculizarlo hacia sus intereses. También, desde otras corrientes, últimamente se ha tratado de demostrar lo compatible que puede ser el independentismo y el anarcosindicalismo.

Sobre el llamado “conflicto catalán”

Las famosas conferencias del 2 de octubre de 1919 en el Ateneo y la de la Casa del Pueblo, del 4 del mismo mes, como parte de las impartidas en Madrid por Seguí y otros sindicalistas, han dado lugar a dos versiones contrapuestas: una, la reproducida en el periódico España Nueva y, otra, basada en la memoria del militante Pere Foix, escrita treinta años después en su obra “Apòstols i mercaders” (1957).

Revisar, para el tema que nos ocupa, las partes más interesantes de ambos textos nos puede ayudar para aclarar este asunto. Dice Pere Foix:

“En cambio, nosotros, los trabajadores, como sea que con una Cataluña independiente no perderíamos nada, más bien al contrario, ganaríamos mucho, la independencia de nuestra tierra no nos da miedo”.

 “Una Cataluña liberada del Estado español, os aseguro, amigos madrileños, que sería una Cataluña amiga de todos los pueblos de la Península Hispánica y sospecho que quienes ahora pretenden presentarse como los adalides del catalanismo, temen una entente fraternal y duradera con las otras nacionalidades peninsulares. Por lo tanto, es falsa la catalanidad de quienes dirigen la Liga Regionalista. Y es que esta gente antepone sus intereses de clase, es decir los intereses del capitalismo, a todo interés o ideología. Estoy tan seguro de lo que digo, que, sin pecar de exagerado, puedo aseguraros que, si algún día Cataluña conquista su libertad nacional, los primeros, si no los únicos, que le pondrán trabas, serán los hombres de la Liga Regionalista, porque en Cataluña como por todas partes, el capitalismo carece de ideología”.

El texto publicado en el periódico España Nueva es una versión taquigráfica de un periodista y, por tanto, puede parecer más cercana a las palabras pronunciada por Seguí:

“Se habla, con demasiada frecuencia, por cierto, de los problemas de Cataluña. ¿Qué problemas de Cataluña? En Cataluña no hay ningún problema, el único problema que pudiera haber planteado en Cataluña está planteado por nosotros, pero el problema que está planteado por nosotros no es un problema de Cataluña, es un problema universal”.

“En Cataluña —hay necesidad de decirlo así— existe otro problema que es el nuestro, y éste he dicho ya anteriormente, que no es un problema de Cataluña, que es de España y es universal. En Cataluña no hay problema porque allí solamente siente ese problema la burguesía organizada, que está bajo los auspicios de la Liga Regionalista”.

“En Cataluña no hay otro problema palpitante que un problema perfectamente humano, el cual personificamos nosotros, nosotros somos el portaestandarte de esta expresión humana de este problema humano”.

“Los trabajadores de Cataluña no admiten un problema de independencia nacional”

 “Que se dé, no ya la autonomía, que ésta, después de todo es aceptable, que se dé incluso la independencia a Cataluña, y ¿sabéis quiénes serían los primeros en no aceptar la independencia de Cataluña? Nosotros, no; de ninguna manera; nosotros nos entenderíamos muy bien y pronto con la burguesía catalana. ¿Sabéis, repito, quiénes serían los primeros en no aceptar la independencia de Cataluña? Los mercaderes de la Liga Regionalista, la misma burguesía catalana, que está dentro de la Liga regionalista, sería la que no aceptaría de ninguna manera la independencia de Cataluña”.

Hay, pues, dos versiones diferentes de sendas conferencias. Una se centra más en el aspecto social y las dificultades que tenían las organizaciones sindicales para desarrollar su actividad, mientras la otra versión aproxima la figura de Salvador Seguí, sin capacidad de réplica, a las posiciones políticas que treinta años después mantenía Pere Foix, próximo a Esquerra Republicana de Catalunya.

El nacionalismo catalán se gesta durante el siglo XIX, pero políticamente alcanza su mayor protagonismo a principios del siglo XX; irrumpe como fuerza interclasista y moderna rompiendo con el turnismo de la Restauración de los partidos dinásticos, liberal y conservador, que eran hegemónicos. En las elecciones de 1907 Solidaritat Catalana, coalición en la que participaba la Lliga obtiene 41 de 44 diputados y los partidos dinásticos pasan a ser marginales en Cataluña. Pero su ideología conservadora en lo social propiciará los acuerdos forzosos con los partidos de la Restauración cuando se producen conflictos como ocurre habitualmente con CNT. Seguí transmite en las conferencias de Madrid que la Lliga no representa a Cataluña, sino que utiliza el discurso de la autonomía para desviar la atención y controlar la sociedad catalana y acumular poder.

Huelga general del 3 de octubre de 2017 en Catalunya

El marco institucional del nacionalismo catalán estaba centrado en la Mancomunidad de Cataluña, constituida en abril de 1919, un intento de integrar a la Lliga en la política de la Restauración. Se trataba de un organismo semiautónomo con competencias en política económica y fiscal, formado por la unión de las cuatro diputaciones provinciales. La Mancomunidad podía ser el embrión de una futura autonomía, pero será insuficiente y reclamarán un Estatuto de Autonomía. A finales de 1918, la Mancomunidad, apoyada por los ayuntamientos catalanes, presentó unas bases para la autonomía de Cataluña. Posteriormente se presentaron dos proyectos de autonomía, pero el conflicto de la Canadiense paralizó sus debates. Las posturas enfrentadas entre centralistas y autonomistas fueron sepultadas ante el mayor conflicto social. Nacionalistas catalanes y centralistas, aparcaron sus diferencias, para eliminar por todos los medios posibles a la CNT.

En otros artículos y comunicados, en este caso firmados por la Confederación Regional del Trabajo de Cataluña (CRT), siendo Seguí secretario general, muestra la posición sobre este asunto de una manera firme y nítida: “el pleito de la autonomía, cuando ya están bien definidas las características de los partidos que la defienden y de los que la combaten, no tiene para nosotros valor alguno. Porque si el centralismo español es una tiranía, el autonomismo catalán es otra tiranía igual. Los problemas que se ventilan en el mundo son de una índole superior y están informados por un espíritu de justicia de que carecen esos sofismas burgueses que pretenden distraer al pueblo de su objetivo y desviarle de su camino. Los problemas que se ventilan en el mundo son de lucha de clases”[1]. Será una constante el posicionamiento de la CRT sobre la autonomía de Cataluña “en este momento, nosotros somos internacionalistas frente a la patriotería, sindicalistas en relación a los problemas económicos y anarquistas en los problemas morales, considerando que los diferentes grupos sociales, cuya intervención en la vida pública es innegable y que se agitan para obtener una autonomía para Cataluña, desvinculándola del poder central y absorbente que ejerce la política madrileña, malgastan el tiempo defendiendo principios que, si algún día tuvieron realidad, hoy ya no la tienen[2]. El alejamiento de CNT de cualquier veleidad nacionalista está presente y sin lugar a la interpretación.

Su opinión sobre el nacionalismo también aparece en su novela Escuela de Rebeldía, “el líder del partido catalanista, hombre ambicioso y positivista, quiso ver si era posible aprovechar aquella gran fuerza para el desarrollo de sus planes (…) si los trabajadores hacían una revolución no sería en un sentido nacionalista”. Es una alusión a Cambó, el líder principal de la Lliga y artífice de la política represiva contra la CNT.

Sin embargo, el 12 de enero de 1919, en el mitin del teatro del Bosque manifiesta su posición favorable a la autonomía, pero también su repulsa a que los trabajadores sean utilizados en maniobras políticas, “nosotros somos más catalanes que ellos que tanto alardean de catalanismo. Tampoco querremos hacer el juego al poder central ya que este solo espera la ocasión de que los hombres de la autonomía se vean impotentes o cualquier otro motivo para negar su concesión, pretextando que no  pueden dominar ni saben gobernar a los elementos diversos que componen Cataluña[3].

Teniendo en cuenta las escasas fuentes de información existentes, debemos hacernos algunas preguntas y reflexiones. Seguí critica a los políticos de la Lliga como falsos catalanistas que solo utilizan la bandera nacional para conseguir prebendas del gobierno central pero sin embargo, no encontramos alusiones críticas a los otros catalanistas republicanos como Layret y Companys con los que mantiene una relación de amistad. ¿Esa ausencia de crítica puede interpretarse como una aproximación ideológica hacia este catalanismo que podríamos llamar de izquierdas, o tal vez no dice ni escribe nada de ellos, ya que su importancia en el tablero político catalán y estatal era marginal?

Se expresa habitualmente en catalán y muestra un gran cariño a su tierra, pero no hay manifestaciones favorables al nacionalismo. El problema era social, y el proyecto de Seguí se basaba en una CNT estatal, y a esta tarea se dedicó viajando a diferentes zonas de la península.

Y, ahora… ¿qué?

¿Tiene alguna vigencia hoy el posicionamiento de Seguí, de hace cien años, sobre el nacionalismo? El tema nacional catalán y de otros territorios surge cíclicamente, y obliga a posicionarse a las diferentes organizaciones políticas y sindicales.

Cataluña es un ejemplo práctico y cercano que nos permite hacernos preguntas acerca del nacionalismo. Recordemos algunos hechos relativamente recientes como la movilización social del 15 de junio de 2011 contra los recortes sociales y las movilizaciones posteriores del 15-M. De aquellas protestas se pasó a movilizaciones nacionalistas encabezadas por los sucesores de aquel gobierno. La cuestión social fue desplazada, y en el centro se situó el problema nacional. ¿Qué había ocurrido para cambiar el fondo de las movilizaciones? Son variados los factores que situaron en el centro al problema nacional y esgrimieron el derecho a decidir, derecho democrático, para englobar a todas las clases sociales y sensibilidades.

Desde el movimiento a favor de un referéndum, CDR (Comités de Defensa del Referéndum) se pasó a los Comités de Defensa de la República, que despertaron interés entre la militancia de las organizaciones de izquierda. Posteriormente, algunos colectivos anarquistas vieron en el “Procés” una oportunidad para crear una ruptura que desencadenaría un proceso constituyente y emancipador. Se trataba de confluir para desbordar, y crear la necesidad de luchar para que Catalunya consiguiera su independencia, porque de esa forma se podrían plantear con nitidez los temas sociales. Pasados los años, las luchas salieron de las calles y el protagonismo principal son las elecciones y consultas entre gobiernos.

Es muy fácil ser internacionalista en Madrid, mostrar desdén por las reivindicaciones nacionalistas y no ver el españolismo delante de la ventana. Si no entendemos los mecanismos y argumentos de los nacionalismos, no podremos situarlos en su marco y en el lugar que ocupan entre los diferentes factores sociales. En el rompecabezas que conforma el estado español, los diferentes territorios y nacionalidades nunca encajaron adecuadamente, y periódicamente salta alguna pieza. Sin embargo, ahora comprobamos como, a pesar de los recortes sanitarios, de los ERE`s, del paro, etc., el nacionalismo, español y no español, aúnan a oprimidos y beneficiados del sistema por encima del problema social.

El debate permanece abierto y se debe tratar con respeto, prudencia y conocimiento, para no quedar aislados en nuestras puras posiciones ideológicas y desconectados de la sociedad. Desenmascarar los intereses de los diferentes actores y los posibles recorridos de las diferentes opciones se convierte en la principal tarea para situar el problema social en el lugar preferente que hace cien años se mantenía sin discusión. Seguí tiene vigencia en sus opiniones y nos puede ser útil en el debate actual, pero sin olvidar la complicada situación social que vivimos.

BIBLIOGRAFÍA

Antonio Elorza. Artículos madrileños de Salvador Seguí. Cuadernos para el diálogo,Madrid. 1976.

Pere Foix.  Apòstols i mercaders. Tigre de Paper, Barcelona, 2019

Salvador Seguí. Escuela de rebeldía. Periférica, Cáceres, 2012


[1]“Como el pleito de la autonomía es un pleito burgués, no estamos con el gobierno de Madrid ni con el Fomento del Trabajo Nacional”. Solidaridad Obrera, 15 de diciembre de 1918.

[2]“Ni con unos, ni con otros”. Solidaridad Obrera, 16 de diciembre de 1918.

[3] El Diluvio. Mitin de la Confederación Regional del Trabajo, nº 13, 13-I-1919, pág. 7-8.

[Este artículo se publicó en el Libre Pensamiento nº 113, Primavera 2023]